Imaginad que le entregáis una botella de agua a un amigo bajo la indicación de que abra el tapón. Vuestro amigo sigue las instrucciones, abre el tapón… y voilà, el agua se congela instantáneamente frente a sus ojos, como si hubiera recibido un soplo de aire de Supermán.
El secreto de esta reacción es que la botella de agua no está llena solo de agua, sino de agua con gas: el agua con gas contiene dióxido de carbono y un poco de sal, así que se congela a una temperatura menor de lo habitual (0 Cº), haciéndolo a -8 ºC. Es decir, que el agua con gas puede alcanzar una temperatura menor que el agua normal sin congelarse. Éste es el quid del truco anterior.
Si introducís una botella de agua (mejor que sea de plástico) con gas en el congelador, una botella de medio litro tardará aproximadamente dos horas en congelarse (el tiempo varía en función de la temperatura del congelador y del tamaño de la botella).
Al sacarse la botella del congelador, si alguien abre el tapón entonces se liberarán las burbujas, expeliéndose el dióxido de carbono (de ahí el siseo que se oye al desenroscar la tapa). Al liberarse este dióxido de carbono, el punto de congelación se incrementa… con lo que el agua se congela por sí sola.
La ciencia que hay detrás de este truco es muy elemental, sin embargo el efecto seguro que producirá asombro en cualquiera al que se lo mostréis. Con todo, hay otra alternativa para obtener incluso un efecto más asombroso:
Si os habéis quedado con ganas de probar algo frío, tal vez os interesará saber que existe nieve que tiene sabor a sandía... y no hay nada artificial en ello.
El origen del agua con gas
El agua con gas lo inventó un clérigo y químico inglés llamado Joseph Priestley, del que os recomiendo una biografía excepcional escrita por Steven Johnson: La invención del aire.
En 1767, Priestley se mudó junto a una fábrica de cerveza de Leeds y comenzó a experimentar con un gas de cervecería conocido entonces como “aire fijo”. En 1772, inventó el agua de seltz, impregnando el agua con aire fijo (dióxido de carbono). En aquella época se creía que prevenía el escorbuto.
Según una investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), beber medio litro de agua mineral carbónica (agua con gas) en las comidas puede reducir el riesgo cardiovascular, ratificándose así diez años de estudios al respecto. Las conclusiones de este estudio fueron publicadas en la revista especializada European Journal of Nutrition.
Estudios previos ya habían sugerido que el uso de esta agua como parte de la dieta habitual era capaz de disminuir hasta un 15 % del colesterol total y del LDI (colesterol malo).
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