Un auricular, y también un micrófono, no es más que un diafragma que vibra respondiendo a las ondas sonoras, fijado en una bobina de cable que se mueve sobre un imán.
Para lograr un diafragma lo suficientemente sensible como para capturar la fidelidad de una canción tal y como lo hacemos ahora se necesita un cristal piezoeléctrico, un material que tiene la propiedad de general un voltaje eléctrico cuando se dobla.
Este fenómeno también ocurre a la inversa en estos cristales: se deforman bajo la acción de fuerzas internas al ser sometidos a un campo eléctrico. Los materiales piezoeléctricos son cristales naturales o sintéticos, y sus propiedades fueron observadas por primera vez por Pierre y Jacques Curie en 1881 estudiando la compresión del cuarzo.
Tal y como escribe Lewis Dartnell en su libro Abrir en caso de Apocalipsis a propósito de cómo se construían receptores de radio durante la Segunda Guerra Mundial:
Los cristales minerales como la pirita de hierro o la galena eran imposibles de obtener en el campo de batalla, pero se descubrió que las hojas de afeitar oxidadas y las monedas de cobre corroídas funcionaban igual de bien. Se fijaba la hoja a un trozo de madera junto con un imperdible enderezado. Luego se sujetaba firmemente un lápiz de grafito afilado al extremo del imperdible (a menudo enrollando fuertemente parte de este alrededor del lápiz), y la elasticidad del brazo así obtenido era suficiente para que funcionara como un bigote de gato, permitiendo el reajuste fino del lápiz de grafito a través de la superficie del metal oxidado hasta encontrar un empalme de rectificación que funcionara.
Relojes de cuarzo
Uno de los usos más importantes de la piezoelectricidad se encuentra en los relojes de cuarzo y temporizadores. Un cristal de cuarzo vibrará a una cierta velocidad, dependiendo de su tamaño. A medida que el cristal vibra hacia atrás y adelante, genera impulsos eléctricos.
El cristal de cuarzo que sirve para generar los impulsos necesarios a intervalos regulares que permitirán la medición del tiempo. Al aplicar una tensión alterna a este tipo de cristales, éstos vibraban entre 33.000 y 4.000.000 de veces por segundo, con un índice de precisión asombroso.
Con todo, la mayor parte del cuarzo empleado hoy en día en electrónica es sintético, y se pueden crear cuarzos específicos con frecuencias determinadas para funciones concretas.
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