Viendo cómo me mira mi perrita Laika mientras escribo los artículos, me ha venido a la cabeza la duda de saber qué diferencias existen entre el sistema visual de un perro y el nuestro, y cómo pueden influir en la forma de percibir las cosas de cada una de las razas.
La verdad es que tras informarme, creo que mi perra me mira… como también podría estar mirando a la pared.
Empecemos por la capacidad de detectar colores y movimientos.
Como bien sabremos, la retina contiene dos tipos de células sensibles a la luz que entra en el globo ocular: conos y bastones. Los conos nos permiten percibir el color, y además dan una visión detallada de las cosas. En cambio, los bastones son las células que trabajan para que detectemos movimiento, y en general para que veamos con poca luz.
En el caso del ojo canino, sólo hay una décima parte de conos respecto a los del ojo humano, y en cambio hay una gran población de bastones. Esto hará que nuestras mascotas no perciban tanta cantidad de colores, y su visión sea óptima para las zonas con baja luz. Por lo tanto, su visión estará más orientada a detectar movimiento, y no colores.
Más factores que influyen en la luz son el tamaño de la pupila o del cristalino (en ambos casos mayores para los perros, con lo que entra más luz), pero la estructura que llama la atención es el tapetum lucidum.
Se trata de un tejido reflectivo que se encuentra detrás de la retina. Al llegarle la luz, la refleja de vuelta a la retina, por lo que ésta puede recibir por duplicado la luz. De esta forma, al estar en situaciones de baja luz, su capacidad de ver estará incrementada respecto a la nuestra.
Y de ahí, que cuando salimos en una foto con flash con nuestro perro, nuestros ojos salen rojos (retina) y los de nuestra mascota, amarillentos (tapetum lucidum).
En la segunda parte del artículo, acabaremos de ver las diferencias en cuanto a la percepción de los colores, y la visión binocular de los perros.
Y yo me voy con Laika, que le toca ir al lavabo.
Más información | Sistema Visual (en inglés)