Si la realidad es determinista, eso significa que el libre albedrío es solo una ilusión cognitiva

Ya lo decía Rudy Rucker, matemático y precursor del Cyberpunk: “La única manera de conocer con detalle el tiempo que puede hacer mañana consiste en esperar 24 horas y ver lo que ocurre realmente”. Simultáneamente, que no podamos saber lo que pasará no es condición sine quan non para que los sucesos no sean más que una sucesión de causas y efectos perfectamente regidos por leyes inflexibles.

Lo único que sucede es que no somos capaces de descifrar todas las leyes (sobre todo, también, porque nosotros formamos parte del propio sistema y deberíamos predecirnos recursivamente a la vez que estamos intentando predecirnos.

Una pregunta teológica

Plantearnos si el universo es determinista o no tiene una aureola, sobre todo, teológica, más que científica. Es como preguntar si existe dios. Es una pregunta que no aporta nada ni puede resolverse de ninguna manera, así que es esa clase de preguntas que creo no deben hacerse. A no ser que quieras salir un rato de la cueva de Platón y jugar un poco.

En ese caso, yo soy determinista fuerte. O sea, considero que hay una larga cadena de causas deterministas que es la que lleva inexorablemente a que pase todo lo que pasa, incluido lo que hago o lo que pienso, incluido esto mismo que os estoy diciendo ahora. Yo formo parte de la cadena porque no tenemos ninguna prueba para pensar lo contrario. Es decir, parece bastante absurdo pensar que una cosa son los átomos de toda la materia del universo pero otra muy distinta son mis átomos, los que me conforman a mí, a mi cerebro o a mi Yo.

Sin contar con otros determinismos

Por si fuera poco, hay determinismo psicológico, determinismo sociológico, determinismo biológico. Todos estos determinismos son más o menos blandos, más o menos fuertes, más o menos sujetos de nuestro control.

Y, por encima de todo, hay determinismo físico, que que solo puede ser fuerte, intocable, porque está descrito por leyes inflexibles. Es un poco como la definición que hace Ambroce Bierce de la palabra "Rezar" en su diccionario del diablo: Pedir que las leyes del universo sean anuladas en beneficio de un solo solicitante.

El libre albedrío entonces sería solo una ilusión congitiva. Pensar que el movimiento de una mano puedar a estar provocado (de la nada) por un deseo consciente no tiene sentido. Ese movimiento, en realidad, se inscribe dentro de procesos mucho más amplios conectados entre sí. Si tomo una decisión o actúo en base a una razón o a un fundamento, estoy condicionado por esa razón o fundamento. Pero si mi decisión no está fundamentada, entonces es arbitraria. ¿Cómo puede ser el libre albedrío algo arbitrario? En tal caso, ser esclavo del determinismo no suena peor que ser esclavo de la arbitrariedad.

¿Y la cuántica?

La mecánica cuántica solo nos dice que, dado el propio tejido del universo, y que nosotros formamos parte de él, no podemos observar o predecir con exactitud infinita el sistema, porque entonces deberíamos calcularnos a nosotros mismos. Lo que nos dice la cuántica es que solo podemos establecer probabilidades a determinados fenómenos, en este caso, que ocurren a nivel microscópico. Pero eso no significa que el universo no sea determinista, no esté regido por leyes inflexbles, lo que se deduce es que no tenemos herramientas para conocer esas leyes sin influir en ellas.

Pero todo esto no importa, solo es un debate de tipo "estamos fuera de la cueva de Platón". En realidad, todos vivimos dentro y estamos muy bien la mayor parte del tiempo. O sea, que estamos tan programos para creer en el libre albedrío, que fingir no creer en él para comprobar que el comportamiento inmoral aumenta, por ejemplo, resulta difícil.

De momento, solo podemos especular al respecto, tal y como lo hace el novelista de ciencia ficción Ted Chiang en uno de los cuentos incluidos en su nueva antología, Exhalación, titulado: Lo que se espera de nosotros. En él sale un dispositivo llamado Pronostic. Un mando a distancia con un botón y un piloto rojo. Se nos garantiza que siempre que intentemos apretar el botón, una fracción de segundo antes, el piloto rojo se encenderá. Porque el mando accede al cálculo de poderosas computadoras cuánticas que tienen todo el universo en cuenta. Incluido nuestro deseo de apretar el botón.

Al final, en el cuento se describe cómo reacciona una gran parte de la población al descubrirse científicamente, de forma inapelable, que el libre albedrío no existe y todo está determinado: adoptando un mutismo acinético, una suerte de abulia profunda, porque todo carece de sentido. Al fin y al cabo, el propósito de la vida probablemente no tenga sentido: ni siquiera la pregunta lo tiene, como podéis ver en el siguiente vídeo:

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