A mediados del 1700, la electricidad era un fenómeno tan extraño y difícil de explicar, que incluso se llegó a creer que los hombres impotentes o castrados, así como las mujeres frígidas, eran incapaces de conducir la electricidad a través de sus cuerpos.
La razón de esta disparatada idea se la debemos a Jean-Antoine Nollet, el abad del Gran Convento de los Cartujos de París, uno de los pioneros del estudio de la electricidad. La teoría inicial de Nollet era que la electricidad se podía desplazar a gran distancia, y de una forma tan veloz que casi era instantánea.
Hasta ahí bien. Incluso lo demostró con un gráfico experimento en el que alineaba a 200 de sus monjes, uniendo cada pareja con un alambre de tres metros de longitud, fijando entonces una botella de Leyden (un dispositivo para almacenar electricidad) al primer monje. Todos los monjes se retorcían y daban grititos al unísono.
Sin embargo, en experimentos posteriores se descubrió que a veces la corriente no llegaba a algunas personas. Se creyó, entonces, que la razón estribaba en que dichas personas eran impotentes o castrados (y no que la humedad del suelo influía en la conductividad: cuanto más húmedo estaba el suelo, más conductor era, lo que permitía que la electricidad tomara tierra a través de las piernas de los sujetos.
Afortunadamente, se diseñó un experimento para derribar la loca idea de los castrados incapaces de conducir electricidad. Se seleccionó a un puñado de castrati para repetir el experimento, y todos reaccionaron a la descarga eléctrica.
Lo que sí es propio de los "castrato" es otra cosa. Lo podéis leer en Si quieres ser muy alto, extírpate los testículos: la altura exagerada de los "castrato"
Vía | Historia de la ciencia sin los trozos aburridos de Ian Crofton
Ver todos los comentarios en https://www.xatakaciencia.com
VER 1 Comentario