Los diamandes fascinan a muchas personas, sobre todo quienes frecuentan joyerías bajo la sentencia de que los diamantes son para siempre.
Pero lejos de frases publicitarias, los diamantes, de los que Benjamin Franklin decía que eran extremadamente duros, "como el acero o el intentar conocerse a uno mismo", se forman en condiciones de calor y presión extremos bajo la tierra y brotan como confeti durante las erupciones volcánicas.
Bueno, lo del confeti ha sido una pequeña licencia poética (y lo de la dureza hoy en día también es discutible, porque en agosto de 2005 científicos alemanes lograron crear un material llamado agregado de nanofilamentos diamantinos, ADNR para los amigos, que supera en dureza al diamante).
En realidad los diamantes se forman entre 160 y 480 kilómetros por debajo de la superficie del suelo y en su mayoría se hallan en las entrañas de una roca volcánica llamada kimberlita; sólo unos pocos se encuentran sueltos, sin la kimberlita original que los reviste.
Lo de kimberlita procede del pueblo de Kimberley, en Sudáfrica, de donde se extrajeron diamantes por primera vez en la década de 1870 y en donde en la actualidad se producen algunos de los diamantes más grandes del mundo.
El diamante gigante
Y el mayor diamante conocido, curiosamente, no está en nuestro planeta, sino en el interior de la estrella enana blanca BPM 37093, a ocho años luz de distancia. Este diamante no podría venderse nunca en Tiffany´s ni en ninguna otra joyería, porque mide 4.000 kilómetros de diámtro y pesa 1.000 billones de trillones de trilones de quilates.
Ahora la estrella del diamante se llama Lucy en homenaje a la canción de los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds. Tal y como escribo en el libro El elemento del que solo hay un gramo:
Así de ubicuos, en el fondo, son esas piedras preciosas que los joyeros nos endilgan en lujosos expositores con precios de muchos guarismos. ¿Los diamantes son para siempre? Tan para siempre como muchos otros materiales. De hecho, un diamante expuesto al sol, por ejemplo, va perdiendo átomos de carbono, aunque la pérdida no sea apreciable a simple vista (deberían transcurrir 1.000 años para eliminar un microgramo de diamante). A fin de cuentas, un diamante solo es ruto de tres factores: carbono, presión y tiempo.
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