En el anterior post pudimos ver el incierto origen del fluoroscopio utilizado por los zapateros de hace unas décadas. Pero dejando a un lado el debate respecto a quién lo creó, pasemos a ver cómo se utilizaba.
El fluoroscopio se componía básicamente de una caja de madera que servía de “protección”; tres zonas para observar los resultados (para el zapatero, el padre o madre, y el curioso niño), y el propio aparato de rayos X.
Como ya podíamos intuir, esta máquina no era más que un reclamo comercial que jugaba con que los niños alucinaban al ver sus huesecitos moviéndose dentro del zapato.
Su modo de utilización era sencillo. El niño introducía su pie por una ranura abierta, y el zapatero escogía dos opciones: intensidad de la exposición (alta para hombres, media para mujeres, baja para niños), y tiempo de exposición (solía ser de unos 20 segundos).
Ya sólo faltaba dar al botón y… ¡radiación para su pequeño! ¡Y todo por el mismo precio!
Porque como bien habréis supuesto, este sistema de ver si al niño le apretaban los zapatos no era del todo recomendable. Aunque los estudios no se empezaron a realizar hasta bastantes años más tarde.
La radiación de unos rayos X es un tipo de radiación ionizante. Esto significa que tiene la energía suficiente para poder extraer electrones de la materia (nuestro cuerpo, en este caso).
Habitualmente estamos expuestos a este tipo de radiación. Como ejemplo tenemos la radiación solar, la de las rocas que hay en nuestro planeta, e incluso la de nuestro propio organismo. Pero son niveles muy bajos.
En cambio, una exposición a la radiación del fluoroscopio estaba entre los 0.1 y 1 Gy por minuto. Para que tengamos una idea, una radiografía de tórax puede entregar cerca de 0.0001 Gy.
Pero el problema no fue tanto para los clientes, ya que pocas personas compran un par de zapatos a diario.
Los mayores problemas con la radiación los tuvieron los propios vendedores, que recibían diariamente una buena cantidad de exposiciones (irónicamente, a mejor vendedor, peores consecuencias).
Y es que algunos introducían sus manos dentro del aparato para acabar de ajustar el zapato. Se dio el caso de una vendedora que tras realizar una media de 15 exposiciones al día, desarrolló dermatitis.
Aunque una de las peores lesiones de las que se tiene constancia es la de un modelo de zapatos, que tras recibir tal cantidad de radiación, tuvo que sufrir la amputación de su pierna izquierda.
Puede parecer curioso, pero aunque se demostró que los niveles de radiación eran elevados, la eliminación de estas máquinas de las zapaterías se fue realizando durante años, hasta que cerca de 1970, ya no quedó ninguna.
Al menos para su uso habitual. Siempre serán preciosas piezas de museo.
Un respiro para nuestros pies, sin duda.
Más información | Shoe-Fitting Fluoroscope (en inglés)