A otro nivel muy superior se encuentra, por ejemplo, el filme El Protegido, de M. Night Shyamalan. Una historia de superhéroes narrado con un tempo lánguido, casi morfínico, donde se da prioridad a la psicología de los personajes en detrimento de la pirotecnia al uso. El salto fue importante, a pesar de algunas carencias, pues, al menos, ya no nos trataban como a idiotas.
En esta línea, el siguiente paso evolutivo lo ha dado Tim Kring con su excepcional serie Heroes (al menos en su primera temporada), que emitió la cadena estadounidense NBC. Una mezcla de la primera parte de X-men y la patina de realismo y profundidad de El protegido, sazonado todo ello con los cliffhangers de Perdidos o Prison Break. Personajes como el de Hiro Nakamura o Peter Petrelli nos resultan ciertamente próximos, no nos cuesta ningún esfuerzo identificarnos con sus reacciones ante el descubrimiento de sus superpoderes.
Los pasos, pues, parecen dirigirse hacia una normalización del género de los superhombres, que quizá culminará en la creación de historias tan maduras como puedan serlo otras. Historias sin acción, quizá. Y sin disfraces, ¡ojalá! Y sin mensajes mesiánicos. Historias mínimas. Y, si requieren cierta grandilocuencia, que ésta se produzca arrostrando todos los riesgos: nada de provincianismos, nada de síndromes de Frankenstein, nada de anumerismos, nada de saltarse a la torera la verosimilitud en aras de un mayor efectismo. Crear un superhéroe con capa y reflejos horteras no tiene ya ningún mérito. Crearlo con corbata, sida, feo o bajo los preceptos de una moral ambivalente, es decir, con problemas reales y humanos, sí, lo tiene, y mucho.
Veremos qué tal ha quedado Watchmen, de Zack Snyder.
Por el momento, quiero aportar mi granito de arena al siguiente paso en este género tan desprestigiado por el establishment (con razón) con una noticia que saltó no hace mucho a la prensa, aunque no sea nada nuevo, en realidad.
Un equipo científico internacional liderado por la Universidad de Cambridge (Reino Unido) han estudiado el caso de un niño que ha nacido inmune al dolor a fin de inspirar la búsqueda de futuros analgésicos.
El niño se ganaba la vida como artista callejero en el norte de Pakistán, caminando sobre brasas y clavándose cuchillos en los brazos. Tenía una inteligencia, una salud y un crecimiento totalmente normales, hasta percibía correctamente el frío, el calor, el cosquilleo o la presión sobre la piel. Lo único que no sentía era el dolor, aunque sí era capaz de reconocer algunas de las acciones que debían de ser dolorosas y se retorcía teatralmente cuando, por ejemplo, sufría una entrada jugando al fútbol.
Sin embargo, sufría pequeñas lesiones en los labios y la lengua debido a las mordeduras fortuitas, y también pequeños moratones y cortes de resultas de su insensibilidad. La razón de esta habilidad nace de una rara alteración genética, una serie de mutaciones en un gen necesario para el buen funcionamiento de las neuronas especializadas en la percepción del dolor: tenía alterado el gen SCN9A, que produce una proteína de la membrana de las neuronas imprescindible para transmitir el impulso nervioso desde el punto donde se crea el dolor hasta el cerebro.
La mutación recuerda a la que padece Claire Bennet, la cheerleader cuyas heridas se regeneran en Heroes. Sin embargo, a diferencia de ésta, la presente es real, tiene implicaciones insospechadas en la vida del que la sufre, se derivan de ella avances científicos de gran calado, no convierte al protagonista en salvador sino en víctima, de hecho, no se considera que goce de algún tipo de habilidad sino de una tara.
También leo que los investigadores, tras ponerse en contacto con los padres del niño que no conocía el dolor, identificaron a otras tres familias, todas emparentadas, en las que otros seis menores eran insensibles al dolor.
¿Para cuándo una historia que se acerque más a esto? Aguardaremos con esperanza una Heroes 2.0.
Puestos a buscar personajes para esta nueva versión de la serie, propongo otros, aparte del que habría de sustituir a la cheerleader.
Nathan, el personaje que puede volar, quizá debería parecerse más al protagonista de Mr. Vértigo, de Paul Auster.
Niki, alguien que sufriera doble personalidad. (o más de una, porque hay casos en los que los enfermos tienen hasta 8 personajes en el interior de su cabeza: como una delincuente que tuvo que comparecer ante un tribunal norteamericano y los abogados se vieron en la tesitura de interrogar a las 8 personalidades, una a una).
Cualquier idiot savant, como el personaje de Rain Man, podría encarnar a la camarera que es capaz de aprender cualquier cosa con suma facilidad.
Si leemos a Oliver Sacks descubriremos que están documentadas enfermedades neurológicas que provocan al afectado que contemple la realidad en una serie de instantáneas (el agua que brota de un grifo como una estalagtita, por ejemplo), así pues también hemos encontrado a Hiro Nakamura y su habilidad para detener el tiempo.
En los yacimientos infinitos y extraordinarios de la ciencia se pueden hallar mejores superpoderes que en la ficción. Al igual que en un buen libro de biología se pueden encontrar criaturas más fascinantes que los extraterrestres que aparecen en las películas
¿Alguien propone nuevos superhéroes más cotidianos?
Más información | Un antropólogo en Marte