En la entrega anterior de este artículo os explicaba los orígenes de los Termitas, un grupo de personas intelectualmente superior que habría de liderar el mundo futuro a fin de convertirlo en un lugar mejor.
Pero los Termitas fueron un fracaso porque su fundador, Lewis Terman, no había reparado en un pequeño detalle. Que los logros extraordinarios obedecen menos al talento que a la oportunidad. Y que el CI no es el único factor que determina la genialidad de una persona.
Se han llevado a cabo numerosas investigaciones en una tentativa de determinar cómo el rendimiento de una persona en una prueba de CI se traduce en éxito en la vida real. Y se ha descubierto que la relación entre éxito y CI funciona sólo hasta cierto punto. Una vez se alcanza una puntuación de unos 120, el sumar puntos de CI adicionales no parece repercutir en una ventaja mesurable a la hora de desenvolverse en la vida real.
Una persona con un CI de 170 tiene más posibilidades de pensar eficientemente que una persona con un CI de 70. Pero una vez cruzado el umbral de 120, entonces las posibilidades se diluyen. El premio Nobel tiene tantas posibilidades de recaer en un CI de 130 como en un CI de 180.
Ocurre con estos niveles como la altura para rendir en el baloncesto. A partir de cierta estatura, los centímetros de más no se traducen en mejores jugadores. Para jugar cierto nivel se precisa de una altura de 1,85. Pero un jugador de 2,05 metros de altura no es necesariamente mejor que uno de 2 metros.
Ésa es la razón de que, por ejemplo, entre la lista de galardonados con el premio Nobel de Medicina encontremos a personas que han estudiado tanto en las mejores universidades como en universidades no tan excelentes.
Puede que en una escala absoluta los estudiantes de Georgetown no sean tan listos como los de Harvard. Sin embargo, está claro que son suficientemente listos; y que los ganadores del premio Nobel salen de universidades como Harvard, pero también de otras como Georgetown.
Otro ejemplo que refuerza esta idea la encontramos en la discriminación positiva que existe en algunas universidades, como la de Michigan. Alrededor del 10 % de los estudiantes que se matriculan al año son miembros de una minoría racial, aunque sus notas de acceso no sean tan competentes como el resto de personas (aunque igualmente sean calificaciones brillantes).
La Universidad de Michigan decidió hacer un seguimiento de cómo les había ido a estos estudiantes de Derecho después de terminar la carrera. (…) Examinaron todo aquello que pudiera servir como indicativo de éxito en el mundo real. (…) Encontramos que les iba exactamente igual de bien. En ningún lugar apreciamos diferencias significativas.