La loca idea de Graham Bell para crear una sociedad centenaria

Las estimaciones señalan que entre el 20 y el 50 por ciento de nuestra longevidad está determinada por un conjunto de genes.

Y la primera persona que quiso aprovechar esta idea para crear una humanidad futura mucho más longeva no fue un emprendedor de Silicon Valley, sino un hombre nacido a mediados del siglo XIX: Alexander Graham Bell.

Niños centenarios

Nieto del célebre profesor de Londres que inspiró a George Bernard Shaw para crear al señor Higgins de Pigmalión (o la versión cinematográfica, My Fair Lady), Bell se interesó tanto por el sonido que, gracias a su inventiva, fue capaz de llevar a cabo la primera llamada telefónica de la historia, el 10 de marzo de 1876. Con todo, la verdadera paternidad del teléfono seguramente corresponde al italiano Antonio Meucci.

Además de eso, en sus últimos años de vida, Bell llegó cabo investigaciones visionarias para la época. Una de ellas, la menos conocida, tenía que ver con la genética de la longevidad.

Tras estudiar el caso seguido por numerosos genetistas de William Hyde, uno de los Padres Peregrinos de Estados Unidos, y sus 8.797 descendientes, llegó a la conclusión de que las personas que tendían a ser más longevas también tenían hijos más longevos, así que ¿por qué no crear una base de datos para que tuvieran más éxito sexual? Tal y como lo explico en Eso no estaba en mi libro de genética:

Su idea para concebir esta especie de Tinder de la longevidad era que se entrevistaran a los niños del país sobre la edad que tenían sus padres y abuelos y, a continuación, que se hicieran públicos todos los datos, junto con las fechas de decesos y las edades a las que se producían. De este modo, con este catálogo de nombres y direcciones, al que llamó pedigrí humano, habría mayor probabilidad de que los descendientes de las familias más longevas decidieran tener citas románticas para, eventualmente, enamorarse y tener hijos.

Eso No Estaba En Mi Libro de genética (Divulgación Científica)

El problema es que, aunque la idea de tener hijos que serán más longevos que la media es una idea muy jugosa, no parece ser suficiente incentivo para propiciar el amor. Al menos no más que el atractivo físico o el dinero. Por ello, tras la muerte de Bell en 1922, el proyecto quedó inconcluso. Con todo, podría ser materia de una buena ucronía del tipo ¿qué hubiera pasado si llega a funcionar?

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