La selección natural opera gracias a dos fenómenos: la variación heredable y el éxito reproductor diferencial. En tal caso, hemos de asumir que actualmente la selección todavía está operando porque tienen lugar esos dos fenómenos.
Habida cuenta de ello, al igual que el éxito reproductor es menor en persona que se adaptan peor a enfermedades infecciosas, también podría ocurrir que los individuos que tienen una mayor capacidad para resistir las enfermedades asociadas al primer mundo, esto es, inactividad, dietas hipercalóricas y diversos contaminantes, también serán los individuos que tendrán mayor probabilidad de transmitir sus genes.
Acervo genético
Gracias a la tecnología, muchas personas pueden seguir sobreviviendo a las enfermedades que reducirían su éxito reproductivo, pero no siempre es así, de modo de que la hipótesis de que la selección natural sigue operando en la actualidad es plausible, aunque sea cuestionada. De hecho, hay estudios que apuntan hacia ella.
Como uno del año 2009, en el que las mujeres estadounidenses que eran más bajas y robustas tenían una fecundidad ligeramente más alta, lo que apuntaba a que las generaciones futuras podrías ser más bajas y rechonchas si estas tendencias se prolongan durante el tiempo suficiente (lo cual no queda del todo claro, dicho sea de paso).
Abunda en ello el profesor de biología evolutiva humana de la Universidad de Harvard Daniel E. Lieberman en su libro La historia del cuerpo humano:
Quizá la selección natural también favorezca a las personas con genes que les ayuden a resistir tóxicos comunes, cáncer de piel u otras causas ambientales de enfermedad. También es hipotéticamente posible que las tecnologías de criba genética permitan a los padres del futuro seleccionar artificialmente las características que proporcionen algún beneficio a sus hijos.
Cada año se desarrollan nuevos productos y terapias que permiten que personas con enfermedades comunes puedan sobrellevar mejor sus síntomas. La selección que tenga lugar probablemente lo haga a un ritmo demasiado lento para medirlo durante nuestras vidas. La probabilidad de que evolucionemos de forma profunda es remota, pero quizá sí que hay cambios sutiles a lo largo de tiempo. Al fin y al cabo, en los últimos 10.000 años, hemos evolucionamos más rápido que en el pasado.
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