Cuando se extrae petróleo de los pozos, uno podría imaginar que el espacio que queda se llena automáticamente de rocas o de magma. Pero no es así.
Extraer crudo se parece más a extraer líquido de una esponja que de un recipiente.
Lo depósitos petrolíferos están naturalmente en el interior de la corteza terrestre en capas de roca porosa, generalmente arenisca o piedra caliza. A esas profundidades, los líquidos están bajo una presión muy alta. Si se bombea el petróleo, la presión del pozo baja y el agua que está en las rocas de alrededor, que también está bajo una gran presión, se desplaza a estas bolsas con menor presión hasta que se alcanza un equilibro.
De modo que lo que llena el vacío dejado por el petróleo es agua. Al parecido a lo que ocurre cuando cavamos un agujero en la arena en la playa.
El magma suele fluir muchos kilómetros por debajo de los pozos de petróleo más profundos, que pueden estar a unos 9.000 m de profundidad. Así que no hay muchas posibilidades de desencadenar un géiser de lava.
Tampoco estas perforaciones tan profundas pueden desencadenar actividad sísmica importante: los terremotos originados por una perforación tienen una magnitud de entre -2 y -3, que es mil veces menos potente que el rugido de un camión pasando a tu vera.