Si queréis bañaros en aguas realmente saladas, huid del tópico de que en el mar Muerto es donde encontraréis más porcentaje de sal. En realidad, el agua más salada de la Tierra es la del lago Don Juan, en los valles secos del noroeste de la Antártida: tiene dieciocho veces más sal que el agua de mar y el doble que la del mar Muerto. Esto es aproximadamente 500 gramos de sal por litro de agua.
Bien, en realidad el lago Don Juan es solo una charca con una profundidad inferior a los quince centímetros. Pero esta agua contiene tal porcentaje de sal (un 40 por ciento) que, a pesar de que la temperatura ambiente es de unos -50 grados, el agua no se congela.
Las condiciones de salinidad impiden que allí prospere la vida: eso sí, hace años, los primeros investigadores sí que lograron detectar unas algas verdiazules que albergaban bacterias, levaduras y hongos, pero ya se extinguieron por motivos que se desconocen.
Si preferís rebozaros en sal, pero sin mojaros el culo, entonces nada como el mayor salar del mundo: el de Uyuni, en Bolivia, que fue formado a partir de un lago prehistórico de tamaño considerable. 12.000 kilómetros cuadrados posee la superficie de este desierto que se parece a un lugar arcádico situado en el más allá.
Además, a orillas de este inmenso desierto de sal, casi tan reflectante como un espejo (el espejo natural que origina la sal ligeramente humedecida por una finísima capa de agua supera en cinco veces la reflexión ofrecida por la superficie del océano), siempre podréis hospedaros en un hotel construido enteramente por sal: el Luna de Sal. El suelo, el techo, las paredes, las sillas, las mesas, los sofás, los taburetes, y hasta la barra del bar. Todo sal.
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