¿Se puede tildar un libro de "hogareño"? Sí, se puede. Porque leyéndolo te sientes como en casa. Porque sus autores parecen tus colegas. Porque te gusta el arrullo de la prosa, como ese vaivén relajante de un tren de larga distancia. El Orient Express estaría bien.
Ésta es una de las sensaciones que me ha transmitido la última novedad científica de la editorial Blackie Books: Un ascensor al espacio. Pero no es la única.
¿Ciencia ficción?
Con Un ascensor al espacio, que he tenido que devorar en pocos días, también me he divertido mucho. ¿Conocéis a Bill Bryson? ¿Cordelia Fine? ¿Bee Wilson? ¿La bonhomia y humor entrañable de Terry Pratchett? Pues ya podéis sumar dos nombres más a esta lista, la de este matrimonio, Kelly y Zach Weinersmith. Aquí los tenéis en acción.
Pero es que, además de echar unas risas, y bastantes de ellas, porque esta pareja es divertidísima, Un ascensor al espacio es tremendamente didáctico, capaz de hacer comprensible los conceptos más complejos empleando lenguaje llano, no dando nada por sentado y buscando las analogías más brillantes.
No en vano, Kelly es profesora adjunta del departamento de biociencia de la Universidad Rice, en Houston, donde estudia los parásitos que manipulan el comportamiento de los pacientes. Por su parte, Zach es conocido por su célebre webcomic Saturday Morning Breakfast Cereal, donde aborda asuntos como dios, los superhéroes, la ciencia o el sentido de la vida. Juntos, suman su brillantez para que todo lo que hagan juntos (podcast, artículos y libros) sea excepcional.
El libro es una delicia. No exagero. Además, tiene la rara cualidad de desplegar una erudición sorprendente e hibridar hibridar disciplinas en aparariencia irreconciliables, al estilo de otros autores extraordinarios como Sam Kean, Hugh Aldersey-Williams o Eva Heller.
Pero ¿de qué va todo eso? ¿De ascensores? ¿Del espacio? ¿De ciencia? De todo eso y mucho más. Básicamente, los autores se plantean cómo podrían ser muchas de las tecnologías que se alumbrarán las próximas décadas y de qué forman cambiarán el mundo. Eso sí, harán todo eso sin pecar de entusiastas ni de pesimistas, sin afirmar nada tajantemente y solo imaginando por el placer de imaginar, porque no hay nada más difícil que predecir el futuro.
Viajando al futuro de la tecnología, pues, no se persigue hacer un ejercicio de prospección, sino de entendimiento de la ciencia básica que la sustentará, la de nuestro presente, amén de, por el camino, hacernos explotar la cabeza con algunos conceptos.
Minería en asteroides, microrrobots que se ingieren y entran en el organismo para curar enfermedades, colonias orbitales, obras de arte con realidad aumentada, cerebros artificiales que restauran la memoria o la movilidad perdida o cómo almacenar 50 millones de copias de El Señor de los Anillos en una gota de agua. Todo ello se está investigando, todo ello podría suceder.
En fin, una delicida de principio a fin para los amantes de la ciencia, la tecnología y, sobre todo, la ciencia ficción.
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