Pudiera parecer que Eurekas y Euforias, de Walter Gratzer, químico por la Universidad de Oxford, es un volumen liviano de anécdotas más o menos inspiradas. Un libro para sacar historias que pueden contarse en un bar de copas (si tu interlocutor está mínimamente interesado en la ciencia, claro).
Y en parte lo es, pero hay que matizar una cosa. Las anécdotas aquí desarrolladas trasponen el umbral de lo puramente anecdótico, valga la redundancia. No se queda en la superficie de la historia risible o curiosa, sino que profundiza un poco más. Lo suficiente como para catalogar las anécdotas aquí expuestas como pequeños ladrillos que, por separado, pudieran parecer inconsistentes, pero que todos unidos, elevan una torre altísima de comprensión.
Las anécdotas de Gratzer, pues, son un estupendo complemento al conocimiento científico: lo refuerza, lo jalona de conexiones y relaciones interesantes y, finalmente, convierte a sus protagonistas, los científicos, en seres humanos, cercanos y falibles. Algo que de vez en cuando vale la pena recordar.
Sería absurdo pretender que estos retazos del pasado vayan a abrir senda fácil hacia el conocimiento científico, pero sin duda arrojan una luz sobre la sociología y la historia de la ciencia.
En definitiva, tanto si eres científico como un humilde diletante, Eurekas y Euforias es un complemento imprescindible para dar volumen al conocimiento de la ciencia. Y, de paso, echarás unas risas sobre las rarezas de un puñado de personas que han cambiado el mundo con su genialidad.
Tycho Brahe, con su nariz de plata y si enano asistente. Henry Cavendish, con su temor mórbido al contacto humano. Richard Feynman y su genialidad iconoclasta. O uno de los mejores, la extravagancia en cada uno de los actos del gran teórico Wolfgang Pauli, cuyas observaciones aforísticas deberían servir para estampar camisetas cool.
Por ejemplo, Pauli murió en la habitación número 137 de un hospital suizo, pues 137 es un “número mágico” que surge de la teoría cuántica y está relacionado con la estructura fina del espectro del hidrógeno, un tema que había preocupado a Pauli durante gran parte de su vida. La fatídica coincidencia preocupó a Pauli y ensombreció sus últimos días.