Salvo en los primeros años de nuestra vida, el resto del tiempo existimos bajo la amenaza de que se acaba el tiempo, cual espada de Damocles.
Y, a la vez, nos refocilamos cuando le toca a otros marchar a la ultratumba, por eso no perdemos noticia de necrológicas, comulgaciones fúnebres, catafalcos o aniversarios.
Casi todos cumpliremos 100 años
A nadie le pasa por alto que todos estamos aquí de paso, y que, como decía la compañera de piso de Sarah Connor en Terminator, "de aquí a cien años, todos calvos". Sin embargo, el progreso de la ciencia está tornando ese aserto obsoleto.
No solo ya hay personas que cumplen holgadamente los cien años de edad, sino que estamos encaminados hacia un escenario en el que gran parte de nosotros los cumplirá.
Ello, además de ser una buena noticia, constituye un desafío a diversos niveles, tanto laborales, como sociales, pasando por psicológicos y hasta morales. Que nuestra esperanza de vida se haya duplicado en el siglo XX, pues, requiere un análisis sosegado de la dirección que queremos tomar como sociedad.
A fin de que lo incorporemos a nuestra reflexión al respecto, Lynda Gratton (profesora de la práctica de Management en la London Business Scholl) y Andrew Scott (profesor de Economía en la London Business School y miembro del Centro de Investigación de Política Económica de la Universidad de Oxford) han escrito este libro que nos ocupa: La vida de 100 años.
Como explican los propios autores:
Un niño nacido hoy en el mundo occidental tiene más de un 50 por ciento de posibilidades de vivir por encima de 105 años, mientras que en contraste, un niño nacido hace más de un siglo tenía menos de un 1 por ciento de vivir hasta dicha edad. Este es un regalo que ha ido creciendo lenta pero sostenidamente. Durante los últimos 200 años, la esperanza de vida se ha expandido a un ritmo sostenido de más de 2 años por década. Ello significa que si tenemos ahora 20 años, tendremos un 50 por ciento de posibilidades de vivir por encima de 100 años; si tenemos 40 tendremos la misma posibilidad de llegar a 95 y si tenemos 60 tendremos 50 por ciento para llegar a los 90.
Bajo esta premisa que ya no es ciencia ficción, sino realidad, los autores aspiran a convertir el futuro (y el ya presente) en una utopía y no en una distopía, de modo que analizan la edad a la que deberíamos empezar a jubilarnos (lo de los 65 ya ha quedado obsoleto), que trabajaremos en cosas muy distintas a lo largo de nuestra existencia, que tener las finanzas saneadas será lo más importante, que la vida tendrá múltiples etapas, que se transformarán las relaciones entre el hogar y el trabajo, que surgirá una mayor complejidad generacional, que habrá mucha experimentación, que los recursos humanos serán decisivos y que todo ello, en definitiva, supondrá un desafío para los gobiernos.
Ya hemos entrado en una nueva era de longevidad (que podría incluso crecer exponencialmente gracias a la tecnología exponencial), así que es el momento de aprender a movernos en este nuevo escenario para que estos 100, 200 o 500 años que nos esperan sean más un regalo que un calvario.
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