Ya nos lo advierte el gran divulgador de ciencia, y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, José Manuel López Nicolás en el prólogo de Los renglones torcidos de la ciencia: estamos ante una obra cuyo mensaje principal es que la ciencia, la ciencia en mayúsculas, prospera mayormente al calor de la multidisciplinariedad y la interdisciplinariedad.
O como lo expresó el entomólogo Edward O Wilson, mediante la consiliencia, esto es, la hibridación de disciplinas, y también de enfoques y pensamientos, y sobre todo con la capacidad de saltar el muro invisible entre letras y ciencias para convertirnos en alfanumérico. Tal y como es el autor del libro objeto de esta reseña: el prolífico, multitasking y dicharachero Eugenio M. Fernández Aguilar.
Trabajo en equipo y ciencia básica
Un individuo no puede saberlo todo sobre todo. A lo máximo a lo que puede aspirar es a tener la mente abierta y no tropezar en la presunción de que su pequeño reducto de conocimiento es el más relevante.
Por esa razón, la ciencia no depende de los científicos, afortunadamente. Depende de la colaboración entre científicos que, cada vez que presentan una nueva idea, debe superar las exigencias del método científico y de la publicación en una revista revisada por pares, es decir, la suerte de auditor externo a la mente del ser humano falible que se esconde tras el científico.
Los renglones torcidos de la ciencia: De la antimateria a la medicina moderna
La clave en la que incide Eugenio en su libro, la que considera que vertebra el progreso de la ciencia, es que los científicos deben trabajar en equipo, así como que la investigación en ciencia básica resulta fundamental como argamasa para construir lo que venga luego.
Para demostrarlo, teje diez historias con gran destreza alfanumérica y concluye con un tratamiento glorioso, casi a modo de corolario, de cómo se concibió la tomografía de emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés) y en cómo fueron muchas ideas y desarrollos de disciplinas adyacentes los que permitieron su existencia, tal y como sucede con otros artefactos, como el smartphone.
Eugenio es un autor prolífico, lo cual no está reñido con la brillantez de cada una de sus obras, que es una perla única. De hecho, empiezo a tener la sensación de que, progresivamente, libro a libro, está adquiriendo una voz cada vez más personal, más interesante, y una cadencia el narrar así como una capacidad de asombrar al lector conectando todo con todo que estoy convencido que acabará por convertirle en uno de los principales referentes de la divulgación científica española. Si no lo es ya. ¿A qué esperáis para comprobarlo?
Desde el punto de vista epistemológico, uno de los avances más importantes es la fusión de leyes, principios, teorías, etc. A medida que el ser humano ha ido descubriendo hechos y regularidades en la naturaleza, se han hecho esfuerzos de todo tipo para reunir teorías aparentemente inconexas. El mundo de hoy es radicalmente diferente al de hace un siglo y medio gracias al descubrimiento de que la electricidad y el magnetismo son dos caras de una misma realidad. Y esto fue posible gracias a las relaciones entre científicos de distintos países, a los viajes y el flujo de conocimientos, a pesar de que la historia también contemple odios, envidias y mezquindades.
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