'Newton: la ley de la gravedad. La fuerza más atractiva del universo' de Antonio J. Durán

Newton: la ley de la gravedad. La fuerza más atractiva del universo de Antonio J. Durán, constituye la segunda entrega de la nueva colección de biografías y libros de divulgación científica Grandes ideas de la ciencia, de RBA coleccionables, cuya primera entrega, dedicada a Albert Einstein, ya reseñamos por aquí.

El libro, que aborda la figura clave para comprender la gravedad, Isaac Newton, ha sido escrito por Antonio J. Durán, catedrático de análisis en la universidad de Sevilla, del que ya reseñamos en su día su sobresaliente libro Pasiones, piojos, dioses… y matemáticas.

El autor contextualiza la física más árida con historias que implican emocionalmente al lector, a la vez que dicha física le sirve al lector, también, para ir aprendiendo un poco las nociones fundamentales de la materia. Eso no significa que el libro pueda leerse con el piloto automático: se necesita de cierta actividad raquídea para extraer todo el jugo del volumen. O como ya escribió Eurípides en el siglo IV a. J.C., “el lenguaje de la verdad es sencillo”, pero no dijo que fuera fácil.

Así pues, además de comprender cómo funciona la gravedad y las leyes del movimiento, con las ilustraciones pertinentes, también descubriremos algunas cosas sobre la vida de Newton que posiblemente no sabíais. Como que la célebre anécdota de la manzana fue inventada por él para obtener popularidad. O su obsesión enfermiza por la religión.

La prosa de Durán, además, es especialmente brillante. No solo engarza las frases de un modo que más parece estar componiendo una melodía antes que un libro de divulgación, sino que muestra una erudición sobre Newton y su trabajo que no se obtiene leyendo la Wikipedia. En ese sentido, Durán no se limita a exhibir todo lo que sabe sino que lo conecta armoniosamente. No en vano, el propio Durán es editor de la versión castellana facsímil del De methodis serierum et fluxionum de Newton. La rica prosa de Durán, pues, si hay que buscar un equivalente en español, recuerda a Sam Kean o Jorge Wagensberg.

A las pruebas me remito con este magistral comienzo del libro:

En el año 1652, durante la hegemonía de Oliver Cromwell, se abrió el primer café de Londres. El establecimiento tuvo éxito, pues ofrecía, en pleno período puritano, un tipo de local de reunión diferente de las tabernas, consideradas lugares de perdición. Pronto se abrieron muchos más, que acabaron ejerciendo como lugar de encuentro para gremios de toda laya y condición: políti- cos, eclesiásticos, literatos y poetas, hombres de negocios y, cómo no, también científicos. No es extraño, pues, que los miembros de la por entonces recién nacida Royal Society de Londres, la más antigua de las instituciones científicas europeas todavía hoy en ejercicio, acabaran sus reuniones y encuentros discutiendo en un café. De hecho, en el diario de Robert Hooke, secretario de la Royal Society desde 1677 hasta su muerte, quedaron registradas visitas a más de sesenta cafés londinenses en la década de 1670. Es muy posible que a Newton no le hubiera agradado saber que una biografía suya pudiera comenzar mostrando a Hooke, uno de sus más encarnizados enemigos, en un café. Y, sin embargo, así es como empieza esta.

Con todo, podéis echarle un vistazo a las primeras páginas aquí.

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