Nuestro cerebro, además de ser un negado para los números demasiado grandes, tampoco es muy eficaz a la hora de calcular probabilidades, como demostraron los psicólogos estadounidenses Amos Tversky y Daniel Kahneman.
Un problema clásico en teoría de la probabilidad se refiere a las conjunciones: la probabilidad de que 2 o más cosas en un mimo individuo sean verdaderas. Como el lógico, entonces, la probabilidad de que una conjunción sea verdadera nunca puede ser mayor que la probabilidad de que lo sea uno de sus elementos constituyentes.
Esto se entiende mejor con un ejemplo:
La probabilidad de que María sea a la vez médico y que sea aficionada a los museos no puede ser mayor que la probabilidad de que sea médico (dada la proporción de Marías que son médicos) ni mayor que la probabilidad de que sea aficionada a los museos (dada la proporción de Marías que tocan son aficionadas a los museos).
Así pues, la probabilidad de que María sea esas dos cosas es el producto de las dos probabilidades individuales. Por ejemplo, si la probabilidad de que María sea médico es de 0,2 (lo cual significa que el 20 % de todas las personas que se llaman María son médicos) y la probabilidad de que sea aficionada a museos es 0,3 (lo que significa que el 30 % de todas las Marías son aficionadas a museos), entonces la probabilidad de que María sea las dos cosas, médico y aficionada a los museos, es exactamente 0,2 × 0,3 = 0,006 0,06. Una probabilidad muchísimo menor que cualquiera de las dos características individuales.
Pero esta clase de problemas no son resueltos correctamente por la mayoría de la gente. Lo que afirmaría es que la sentencia “María es a la vez médico y aficionada a los museos” es más probable que sea verdadera que la sentencia “María es una médico.”
Parece como si fuese especialmente probable equivocarse, cuando se sabe que uno u otro de los aspectos es una característica especial del tipo de individuo concernido. El hecho de que algunas médicas sean aficionadas a los museos nos induce al error de pensar que es probable que ambos aspectos sean verdaderos.
Vía | El miedo a la ciencia de Robin Dunbar