Solemos llevarnos las manos a la cabeza cuando nos enteramos de la muerte de 10 personas, o de 100 personas. Ya no digamos de 200. Incluso exigimos que se inviertan enormes recursos para paliar estas cifras de mortalidad, exigimos cambiar leyes, buscamos venganza.
Sin embargo, como ya hemos explicado en otras ocasiones (por ejemplo, en Avalanchas de rarezas: posibilidades matemáticas de morir), si nuestros cerebros estuviera bien calibrados no nos escandalizarían tanto esas cifras y repartiríamos mejor los esfuerzos en luchar contra otras injusticias más perentorias pero menos publicitadas.
Imaginemos que sucede alguna catástrofe en Gran Bretaña que siega la vida de 200 almas. Todas en un solo mes, par que sea más impactante. Alguna clase de desastre que sea muy mediático y que obligue a los políticos a minimizar su repetición en el futuro invirtiendo medios descomunales para ello.
En Gran Bretaña mueren durante los meses de verano 36.000 personas, y en lo más duro del invierno la tasa mensual de fallecimientos asciende a 48.000 personas. Estas cifras son simples promedios. Los totales mensuales fluctúan en torno a este promedio estacional, subiendo o bajando en relación con ese nivel típico de cada una de las estaciones.
Las variaciones individuales en los meses con un número de muertes por encima del promedio llegan a un máximo de 200 muertes más por mes. Es decir, que la cifra 200 suele llamarse “desviación estándar fuera de tendencia.”
Si un experto revisara, pues, los datos estadísticos de mortalidad de Gran Bretaña, al observar un aumento de dicha magnitud, ignorará si se trata de la fluctuación natural o de las consecuencias de un desastre.
Es por esta razón por la que un accidente de cualquier tipo en el que se produzcan 200 muertes adicionales en un solo mes, no aparecerá reflejado en las cifras mensuales de mortandad.
Vía | Cómo los números pueden cambiar tu vida de Graham Tattersall