El propio Pitágoras, que vivió en el siglo VI a.C, fundó una escuela de filósofos, conocidos como los pitagóricos (un nombre un tanto endogámico, pero bueno).
Los pertenecientes a esta escuela, la pitagórica, consideraban que el orden cósmico estaba basado en relaciones numéricas, y atribuían significado místico a algunos números concretos. En esta organización griega militaban astrónomos, músicos, matemáticos y filósofos,
Por ejemplo, profesaban especial veneración a los números "perfectos", tales como el 6 y el 28, que son iguales a la suma de sus divisores (por ejemplo, 6=1+2+3).
El número 10 era merecedor del máximo respeto. Lo llamaban el tetrakto divino, porque era la suma de los primeros cuatro enteros. De hecho, la representación triangular del 10 se interpretaba como un símbolo sagrado sobre el que se juramentaba en las ceremonias de iniciación.
Por otra parte, la aritmética y la geometría está en estrecha relación: El 1 es el punto, el 2 la línea, el 3 la superficie, el 4 el sólido; el número 10, suma de los cuatro primeros, es la famosa tetraktys, el número capital. Se habla geométricamente de números cuadrados y oblongos, planos, cúbicos, etc. Colocando puntos en diversas disposiciones, construían números triangulares (como el 3, el 6 y el 10), números cuadrados (4, 9, 16, etc.) y así sucesivamente.
El número 4 se consideraba símbolo de la justicia y de la solidaridad, una idea que sobrevive en algunas expresiones de los idiomas actuales ("cuadrar bien", por ejemplo).
La escuela pitagórica creó también una teoría matemática de la música. La relación entre las longitudes de las cuerdas y las notas correspondientes fueron aprovechadas para un estudio cuantitativo de lo musical; como las distancias de los planetas corresponden aproximadamente a los intervalos musicales, sé pensó que cada astro da una nota, y todas juntas componen la llamada armonía de las esferas o música celestial, que no oímos por ser constante y sin variaciones.
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