Persi Diaconis es un matemático de Stanford especializado en coincidencias (y ex mago). Es decir, que Diaconis se dedica a averiguar las probabilidades de que cualquier cosa suceda. La gente de la calle acostumbra a confundir “casualidad” con “causalidad”, pero Diaconis no lo hace.
Algunos de sus hitos son el haber inventado un modelo probabilístico que ayuda a resolver problemas de aleatoriedad. También escribió uno de los artículos más importantes sobre las matemáticas y la psicología de las coincidencias, afirmando que determinadas leyes estadísticas poco conocidas hacen que algunos sucesos aparentemente imposibles ocurran con una frecuencia sorprendente. La ley de los grandes números es un ejemplo.
Diaconis también fue invitado por los casinos de las Vegas para determinar si sus máquinas mezcladoras de baraja realmente ordenaban al azar los naipes. Resultó que no lo hacían.
No en vano, el matemático Martin Gardner declaró en una ocasión que en sus años escolares, Diaconis se pasaba la vida jugando al póquer. (Esto nos recuerda inevitablemente la estrafalaria vida de juegos de azar y videojuegos de Ken Uston, del que os hablé el otro día).
Utilizó cámaras de alta velocidad que tomaban diez mil fotografías por segundo para analizar el juego de arrojar manualmente monedas al aire (lo que reveló que las monedas tienen una pequeña tendencia a caer en la misma posición en la que fueron lanzadas), y convenció a un grupo de técnicos de Harvard para que creasen una máquina capaz de producir un lanzamiento de monedas al aire perfectamente al azar.
Lo que Diaconis tenía muy claro es que, en un mundo tan lleno de personas, es natural que ocurran sucesos aparentemente extraordinarios.
Por ejemplo, si Uri Geller salía por la tele y decía a millones de televidentes que cogieran sus relojes estropeados y los apretaran entre las manos para arreglarlos mágicamente, es lógico que luego llamen muchas personas por teléfono aduciendo que el truco ha funcionado. Eso nos parecerá un milagro porque hemos olvidado los millones de televidentes que continúan con el reloj roto.
Y es que, como bien señaló más poéticamente Arthur Conan Doyle en su obra El carbunclo azul:
En medio de la acción y reacción de tan denso enjambre humano, se puede esperar que cualquier combinación de sucesos tenga lugar, y que se presenten muchas situaciones llamativas y curiosas.
Vía | Rarología de Richard Wiseman