Pensad en un número. El que sea. No importa que sea un número de un dígito o de cientos de dígitos. Cualquier número que penséis probablemente tenga una historia interesante detrás. Por ejemplo, sin irnos lejos, el número cero: se han escrito libros enteros sobre él: apareció por primera vez en Babilonia en el siglo III a. C.
¿Y el 1? Fue el primer número de la historia. Matemáticamente es único por muchas razones: al multiplicarlo por cualquier otro número, no varía. Si se divide por él mismo, queda 1. El 1 es tanto el primer término como el segundo de la sucesión de Fibonacci. El siguiente término de la sucesión es el 2. En muchas culturas el 1 se representa mediante un punto o un trazo (horizontal, vertical o más o menos sinuoso).
¿Y el 2? Es un número simétrico en el reino animal. Dos brazos, dos ojos, dos piernas. Es el valor que tiene la constante n del teorema de Fermat. Es el primer número primo. Es el único número primo par, ya que los otros pares son múltiplos de 2 (no son primos). Es el número atómico del helio.
Y así podríamos continuar ad infinitum. El otro día, por ejemplo, os hablaba de la trascendencia del número 23. No es extraño, pues, que todos los números de dos dígitos, y muchos de tres, tengan incluso su propio artículo en Wikipedia.
¿Y el 77? Es la suma de los ocho primeros números primos: 77 = 2 + 3 + 5 + 7 + 11 + 13 + 17 + 19. Es el número atómico del iridio (Ir). Hay una Red de satélites artificiales de comunicaciones que se llama Iridium porque inicialmente se pensó en que serían 77 satélites.
Y también números mayores. La Wikipedia también dedica un artículo al número 9.814.072.356: es el cuadrado holodigital más grande que existe, es decir, el número al cuadrado más gran que contiene todos los dígitos decimales exactamente una vez.
Así pues, entre números primos, perfectos, cuadrados, cubos y demás, resulta francamente difícil encontrar un número que no fuera interesante. De hecho, si lo encontrarámos, ¿por qué sería poco interesante? A juicio de James Gleick, en su libro La información:
Seguramente existirá un número sobre el cual no habrá nada especial que decir. Esté donde esté, supone una paradoja: el número que podríamos describir de modo harto interesante como “el número sin interés más pequeño”.
¿Y el 1729? Para G. H. Hardy, que tomó el taxi número 1729 cuando en 1917 fue a visitar a Srinivasa Ramanujan, comentó que tal número le parecía bastante soso. Ramajunan no estuvo de acuerdo: ese número era el más pequeño que puede expresarse como la suma de dos cubos de dos maneras distintas. Esta anécdota también le dio lustre al número, que, además, es el número de Carmichael, un pseudo-primo de Euler, y un número de Zeisel.