El mundo magufo y pseudocientífico es tan prolijo y multiforme que uno ya no sabe a qué atenerse frente a una nueva terapia, lo que obliga a dedicar unas cuantas horas a investigar los resultados de los ensayos clínicos. Las consecuencias de algo así yas las expliqué ampliamente en Ayer fui a la farmacia y me quisieron vender flores de Bach.
Si echamos un vistazo a las investigaciones, no obstante, no tardaremos en descubrir que de nada sirve la homeopatía (puro placebo que viola las leyes fundamentales de la física) o la cirugía psíquica, en la que los “cirujanos” extraen “tumores” sin hacer heridas, mostrando en realidad sangre falsa y trozos de pollo.
Tampoco es eficaz la orinoterapia, por mucho que lo repita Txumari Alfaro. O el remedio popular en Perú de mezclar piel de rana, caldo, miel y aloe para curar la impotencia.
O aquella estrafalaria técnica para curar el cáncer y el sida mediante una inyección del parásito de la malaria. Una idea que, por cierto, fue planteada por Henry Heimlich, el inventor de la famosa maniobra contra la obstrucción traqueal: sí, esa escena típica de película en la que a un comensal se le atraganta la comida y otro lo coge desde atrás y lo abraza espasmódicamente como un oso.
Pero hay curas tan raras o más como las anteriores que sí han demostrado cierta efectividad. A continuación, cinco de ellas:
Bacterioterpaia fecal: para solucionar graves problemas intestinales, se coloca en el colon del paciente masa fecal de un donante sano. Algo que ya vimos más ampliamente en ¿Te someterías a un trasplante de caca?
Implante dental en el ojo: este procedimiento experimental consiste en implantar un fragmento de diente en un ojo enfermo (emulando una nueva córnea) para restaurar la visión.
Vodka desodorante: limpiar unos pies que huelen mal con un paño empapado en vodka al parecer elimina los hongos causantes del fétido olor.
Terapia con helmintos: la infestación con gusanos parásitos tiene efectos positivos en muchas patologías, como úlceras, esclerosis múltiple, asma, eczema, dermatitis y la fiebre del heno.
Coma insulínico: a mediados del siglo XX, se trataron enfermedades mentales induciendo un coma de insulina en los pacientes.
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