A veces, las cosas más pequeñas o los actos más rutinarios son capaces de salvar la vida a mucha gente. A continuación, seis de esas cosas que, a pesar de no estar rodeadas de oropeles y fanfarrias, fueron decisivas para mejorar nuestra calidad de vida:
1. Lavarse las manos en el hospital
Oliver Wendell Holmes, en 1843, fue el primer médico en defender la idea de lavarse las manos en los hospitales para evitar la propagación de infecciones. Actualmente es algo bastante evidente, pero entonces no lo era tanto, y salvó muchas vidas.
Ignacio Felipe Semmelweis también fue un médico húngaro que consiguió disminuir drásticamente la tasa de mortalidad por sepsis puerperal (una forma de fiebre puerperal) entre las mujeres que daban a luz en su hospital mediante la recomendación a los obstetras de que se lavaran las manos antes de atender los partos. Algunos años después Luis Pasteur publicaría la hipótesis microbiana y Joseph Lister extendería la práctica quirúrgica higiénica al resto de especialidades médicas.
2. Control de enfermedades
Cuando una epidemia de cólera estalló en Londres en 1855, John Snow siguió el rastro hasta encontrar su origen en una bomba de agua. Snow, así, se convirtió en un pionero en el estudio y control de epidemias.
Este tipo de estrategia tardó mucho en llevarse a cabo, sobre todo porque nadie sabía que las enfermedades se transmitían mediante organismos invisibles al ojo desnudo. Por eso nadie en la Atenas del año 430 a. C. supo que la peste llegó a través del puerto de El Pireo, acabando con la vida de 1 de cada 4 atenienses.
3. Células HELA
En Estados Unidos, en 1951, Henrietta Lacks murió de cáncer, pero sus células han ayudado a millones de personas. Fueron las primeras que se han mantenido vivas y en crecimiento para investigaciones sobre el cáncer, el SIDA y otras enfermedades. Y han generado más de 17.000 patentes que producen fortunas y casi 60.000 publicaciones científicas en todo el mundo. Además del desarrollo del medicamento Herceptin® contra el cáncer de mama. Incluso sus células han sido enviadas al espacio.
Tal es el éxito de las HeLa, que incluso un biólogo evolucionista llamado Leigh Van Valen propuso con cierta polémica que fueran aceptadas como una nueva especie: Helacyton gartleri. Para defender su postura, se basaba en que las células presentan un cariotipo estable de 82 cromosomas, frente a los 46 humanos, y un genoma quimérico que fusiona el humano con el del virus del papiloma 18, el causante de la enfermedad de Henrietta.
4. Cinturón de seguridad
En Suecia, en 1959, en ingeniero de Volvo Nils Bohlin inventó el cinturón de tres puntos de anclaje (cruza el pecho y el regazo y fija a los pasajeros en sus asientos). Ha salvado más de un millón de vidas hasta la fecha. Los cinturones de seguridad han acabado reduciendo el peligro de muerte hasta en un 70 %. Hasta el punto de que conducir es una actividad mucho más segura de lo que creemos, como podéis leer con más amplitud en La estadística tramposa de los accidentes de tráfico: vivir es casi tan peligroso como conducir.
5. Sangre especial
James Harrison ha donado sangre mil veces desde 1953 en Australia. Su sangre contiene una enzima poco común que ha salvado a dos millones de afortunados niños de morir por la enfermedad del Rh.
La sangre de Harrison es rara en el sentido de que contiene unos anticuerpos que sirven para combatir una forma grave de anemia que se produce en los niños con incompatibilidad materno-fetal Rh, la enfermedad de Rhesus, una enfermedad hemolítica que se desarrolla cuando una mujer embarazada tiene sangre Rh negativa y el bebé que lleva en su vientre tiene sangre Rh positiva. Sean o no las cifras de Harrison una exageración de la prensa, lo cierto es que su popularidad probablemente ha incentivado a otras personas que comparten su particular tipo de sangre a participar en más donaciones, lo que de buen seguro sí ha salvado la vida de mucha gente.
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