Esta es una de esas historias donde conclusiones correctas se extrajeron a partir de razonamientos equivocados.
Galeno (130-200 a.C. d.C.), médico y escritor griego, fue la figura más representativa de la medicina romana. Trabajaba como médico de los gladiadores, por lo que adquirió gran conocimiento empírico sobre lesiones espinales y cerebrales.
Aún así, sus conocimientos sobre el sistema nervioso vinieron sobre todo a partir de las disecciones que hizo de animales, entre los que las ovejas eran sus predilectas. De estos trabajos pudo reconocer dos partes principales: el cerebro y el cerebelo.
Investigando esta estructura, realizó la siguiente hipótesis: si estudiando la estructura de una mano o un pie, podemos deducir su función, observando el cerebro se puede seguir un proceso similar.
Viendo que la forma del cerebro no ayudaba a suponer ninguna función, pasó a tocar con el dedo el cerebro disecado. Observó que el cerebelo era más duro, y que el cerebro era blando. Y viendo este resultado, postuló que el cerebelo era el que daba órdenes a los músculos, y el cerebro el que recibía las sensaciones. ¿Cómo se pudo acercar tanto a la realidad?
Galeno dijo que para que se formara la memoria, era necesario que las sensaciones se imprimieran de alguna forma en el cerebro. Y para ello, tenía que ser de una sustancia blanda.
Está claro que suponer todo esto a partir de un toque de dedo fue arriesgado, pero no deja de sorprender a día de hoy lo cerca que estuvo de la realidad. El cerebro participa sobre todo en las sensaciones y la percepción, y el cerebelo es el centro de control del movimiento.
Sin duda, si Galeno se caracterizó por algo, fue por intuitivo.
Vía | Neurociencia. Explorando el cerebro Más información | Galeno