El tema de la medicina y de cómo ésta actúa es ciertamente controvertido, quizá tanto como la eterna confrontación entre evolucionistas y creacionistas.
Hay quienes sostienen que la medicina, en realidad, no aumenta considerablemente la esperanza de vida de un pueblo sino unas mejores condiciones sanitarias (que suelen estar casualmente asociadas con el aumento del nivel técnico de la medicina y la profilaxis).
Luego hay otros que opinan que hay un fuerte componente psicosomático en toda enfermedad y que las medicinas poco o nada hacen por nosotros: lo más importante es la confianza en que nos vamos a curar. Y sí, lo cierto es que el efecto placebo existe, por eso las nuevas medicinas deben probar su eficacia mediante experimentos de doble ciego (a un grupo de pacientes se les suministra la medicina de verdad y al otro un producto sin ningún efecto, sin que paciente o médico quién es quién).
La medicina alópata (la convencional) critica duramente la medicina homeopática, que se basa principalmente en la cura de los síntomas empleando remedios que producen esos mismos síntomas. Y es que la homeopatía aún no ha sido probada científicamente, por mucho que protesten los homeópatas.
Y por si todo esto fuera poco, encima entran en liza los curanderos. Es el equivalente moderno de la figura del chamán, o del hierbero. Generalmente el curandero utiliza hierbas y pócimas. Hoy en día, en los medios, podemos encontrar toda clase de curanderos, desde los parecen serios hasta Paco Porras y sus remedios con frutas y verduras o la bruja Lola y sus velas negras. Incluso, para rizar el rizo, ya empiezan a haber curanderos cuánticos, que emplean la mecánica cuántica u otras teorías científicas conceptualmente complicadas para hacerse pasar por ilustrados y engatusar así a sus víctimas.
Los curanderos y charlatanes nos pueden parecer esperpentos divertidos o fraudes de todo punto punibles, pero no dejan de ser una evolución (y a veces incluso una involución) de los médicos primitivos de antaño. Por ahí, por ejemplo, he encontrado una receta de los médicos reales hacia el rey Felipe V. En el libro de la época Manifestación de cien secretos del doctor Juan Curvo Semmedo experimentados e ilustrados por el doctor Rivera, su autor el doctor don Francisco Suárez de Rivera (1736) se describe el remedio para la curación de la manía, que al parecer sufría el rey:
Mandad cocer una cabeza de carnero con su lana en cuatro azumbres de agua, hasta que quede en tres cuartillos, y en este cocimiento colado mojaréis dos taleguillos de lienzo rallo, se rellenarán de hojas de malvas, violetas, cabezas de adormidera, cabezas de manzanilla, flores de gordolobo y rosas rubias; póngase alternativamente dichos taleguillos empapados en este cocimiento caliente, y experimentaréis grande provecho. (...) Debo no ocultar cómo curé a cierto maníaco, siendo médico titular de la Villa de Garganta la Olla, no habiendo aprovechado diferentes experimentos, ni los baños de agua dulce: lo primero que dispuse fue aplicar doce sanguijuelas en el escroto, seis sobre cada testículo con las que se logróa muy buena evacuación.
A veces las recetas del médico no se entienden (habría que hacer un estudio grafológico de este colectivo), pero no sé vosotros, prefiero no entender la letra del médico a entenderla y leer lo que acabo de transcribir. O que me pongan un par de velas negras y ya, oye.
Vía | DSalud