Todos llevamos en nuestro cuerpo PCP. Siglas que, en inglés, significan neumonía Pneumocystis carinii. Desde que nacemos o desde poco después. En la mayoría de casos, sin embargo, esta bacteria que nos acompaña toda nuestra vida es inofensiva.
Pero si nuestro sistema inmune sufre un problema grave (por ejemplo, una infección de VIH) ya no es posible controlar la PCP y puede derivar en una variedad de neumonía letal. En realidad, es tan habitual encontrar esa neumonía en los pacientes con sida que suele considerarse como un indicio casi certero de la existencia de VIH.
Un investigador holandés especializado en sida, Jaap Goudsmit, revisó la literatura médica referente a casos de PCP… hasta que dio con un dato asombroso: justo después de la Segunda Guerra Mundial, hubo una epidemia de PCP que se inició en la ciudad báltica de Danzing, extendiéndose por toda Europa central, acabando con la vida de miles de niños.
Goudsmit cree que se trató de una epidemia inicial de VIH, y que el virus entró en los hospitales de alguna manera, extendiéndose entre los niños a causa de la costumbre, entonces muy común, de usar las mismas agujas en diferentes transfusiones de sangre o en inyecciones de antibióticos.
Goudsmit escribe:
Lo más probable es que al menos un adulto (quizá un minero legado de Polonia, Checoslovaquia o Italia) trajera el virus a Limburg. Este único individuo podría haber fallecido de sida sin que nadie lo supiera. (…) Podría haber infectado el virus a su esposa y a su descendencia. Quizá su esposa (o novia) dio a luz en una barraca sueca a un bebé infectado con VIH pero aparentemente sano. Y las agujas y jeringuillas sin esterilizar podrían haber propagado el virus entre los niños.
El tipo de VIH que circulaba por aquel entonces, afortunadamente, no era tan potente como el de hoy. Así pues, sólo murió un tercio de los afectados. El resto de niños consiguió vencer y eliminar el virus de su cuerpo, y vivieron una vida sana.
Con estos datos, también se puede deducir que la otra gran epidemia que hubo de VIH, en los años 1980, no fue exclusivamente a causa de los cambios en la conducta sexual de las comunidades de homosexuales, que facilitaron la propagación del virus a gran velocidad.
También influyó decisivamente un cambio en la naturaleza del virus mismo: si infectaba a alguien, era imposible de eliminar.