Todos en alguna ocasión hemos sido víctimas de la fiebre. Y muchos de nosotros (yo el primero) hemos llegado a poner el termómetro pegado al flexo del escritorio para fingir fiebre y evitar ir a clase (una idea que, al menos yo, saqué del protagonista de la película ET o de Todo en un día, no logro recordarlo).
Pero ¿de qué sirve tener fiebre? ¿Por qué nuestro cuerpo sufre un aumento de temperatura? ¿Es un efecto secundario de que hemos pillado algo o un mecanismo de defensa?
Para averiguarlo se realizó un experimento con lagartos, que fueron infectados con un microorganismo patógeno. Al primer grupo de lagartos se le puso en unas condiciones experimentales en las que los lagartos sólo pudieran elevar la temperatura de su cuerpo hasta los 38º. Al segundo grupo, se les permitía elevar su temperatura hasta los 40º. Al tercer grupo, hasta los 42º.
El resultado fue el siguiente: primer grupo (murió el 50 %), segundo grupo (murió el 15 %), tercer grupo (no murió ninguno). Así pues, la fiebre parece ser un mecanismo protector frente a las infecciones.
Un mecanismo que además se da no sólo entre los humanos los lagartos, sino en muchos animales:
En este sentido es curioso que incluso animales como los lagartos, que regulan y controlan la temperatura corporal acercándose o alejándose del sol o buscando abrigos donde acomodarse, cuando se les infecta con un determinado microorganismo, tratan de aumentar su temperatura acercándose a una fuente de calor alta (hasta los 50 grados centígrados), con lo cual elevan la temperatura de sus cuerpos hasta los 41 o 42 grados (muy por encima de la temperatura que normalmente prefieren en el verano, que está alrededor de los 37 o 38 grados centígrados).
Es decir, que los largartos hacen un poco lo que yo hacía con el termómetro la mañana que no quería ir al colegio. Mi intención, no obstante, no era combatir un microorganismo sino el escepticismo de mi madre cuando le comunicaba que me encontraba fatal.
La temperatura que determina si tienes fiebre oscila entre los 36,5º y los 37 ,5º centígrados, pero los padres y médicos de Estados Unidos usan una cifra tan exacta que resulta asombrosa: 98,6º Farenheit.
La explicación de esta exactitud artificiosa la ofrece John Allen Paulos:
Investigaciones recientes en que se han hecho millones de comprobaciones han puesto de manifiesto que la cifra es falsa. La culpa, sin embargo, no la tienen las comprobaciones históricas del Dr. Wunderlich, cuyos resultados se redondearon par que coincidieran con el grado más próximo, el 37 de la escala centígrada. Al traducirse esta medida a la escala Farenheit, sin embargo, la operación redondeadota se olvidó y se obtuvo un resultado (98,6) que especificaba incluso las décimas. Si se hubiera tenido en cuenta que el resultado de las mediciones históricas fue una oscilación entre 36,5º y 37,5º centígrados, la temperatura expresada en grados Farenheit habría oscilado entre 97,7º y 99,5º.
Vía | El científico curioso de Francisco Mora y Un matemático lee el periódico de John Allen Paulos