Las listas de espera para recibir un riñón son interminables. Solo en Estados Unidos, 40.000 personas al año sufren enfermedades renales casi terminales. Para mucho casos, lo preferible es someterse a un trasplante antes que pasar por un tratamiento de diálisis tres veces por semana y varias horas al día.
100.000 pacientes están en lista de espera. 4.000 se incorporan a la lista cada mes. Así pues, cuando por fin te toca el trasplante, lo razonable sería aceptarlo, ¿verdad? Pues no, más de 95 % de los riñones que se ofrecen son rechazados. Y muchos casos el riñón es totalmente compatible. ¿Entonces qué ocurre?
Juanjuan Zhang, profesora del MIT, quiso analizar qué problema había con los rechazos, descubriendo un plano social que había pasado desapercibido. Jonah Berger resume sus resultados en el libro Contagioso:
Pongamos que eres la persona que ocupa el número cien en la lista. Un riñón se le tendría que haber ofrecido en primer lugar al primero, luego al segundo, y así sucesivamente. De manera que, para que te haya llegado a ti tiene que haber sido rechazado por noventa y nueve personas. Aquí es donde entra en juego la prueba social. Si tanta gente ha rechazado ese riñón, las personas presuponen que no debe de ser demasiado bueno. Deducen que es de mala calidad y es más probable que lo rechacen. De hecho, esta clase de presuposiciones hace que una de cada diez personas que rechazan un riñón lo haga equivocadamente. Miles de pacientes rechazan riñones que deberían haber aceptado. A pesar de que las personas no pueden comunicarse directamente con las otras en la lista, toman sus decisiones basándose en la conducta de los demás.
Imagen | euthman
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