La respuesta rápida, a juicio de Malcolm Gladwell, es que los médicos no lo saben. La respuesta tajante: que las mamografías no son tan útiles como creemos, a pesar de que se publicite lo contrario por intereses económicos.
Así es como supuestamente un médico puede interpretar que hay cáncer en una mamografía, según David Dershaw, el jefe de Mamografías del Centro Oncológico Memorial Sloan-Kettering, en la ciudad de Nueva York:
A medida que un cáncer se desarrolla, va dejando depósitos de calcio. Esto es lo que buscamos. (…) Algunos depósitos de calcio son ovales y lúcidos. Las llamamos calcificaciones de cáscara de huevo. Básicamente son benignas. Otra clase de calcio recorre como un ferrocarril alguno de los muchos vasos sanguíneos que hay en la mama. Esto también es benigno. Luego hay concentraciones de calcio más gruesas y compactas. Se parecen a las palomitas de maíz. Esto no es más que tejido muerto. También es benigno. Hay otra calcificación que se presenta en saquitos de calcio flotando en el líquido mamario. Éste se llama “leche de calcio”. También es benigno siempre. Luego tenemos calcio en presentación irregular. Todas estas manchas tienen densidades, tamaños y configuraciones diferentes. Por lo general son benignas, pero a veces son debidas al cáncer. ¿Recuerda las manchas de calcio que eran como raíles de tren? Éste también es calcio posado dentro de un tubo, pero se puede apreciar que en el exterior del tubo es irregular. Esto es cáncer. Hay ciertas calcificaciones en los tejidos benignos que son siempre benignas. Hay ciertas clases de calcificación que siempre están asociadas con el cáncer. Pero ésas se presentan en los extremos del espectro, y la inmensa mayoría de las calcificaciones se presentan en algún punto medio. Y establecer una diferencia entre un depósito de calcio aceptable y otro que no lo es no es algo evidente.
Como habréis leído, todo son imprecisiones. Lo mismo ocurre cuando se buscan protuberancias: a veces las protuberancias benignas se parecen a los tumores y viceversa. No hay patrones claros.
Joann Elmore, médica y epidemióloga en el Centro Médico de la Universidad de Washington Harborview, solicitó en una ocasión a 10 radiólogos certificados que examinaran 150 mamografías, 27 de las cuales correspondían a mujeres que habían desarrollado cáncer de mama, y 123 a mujeres que constaba que estaban sanas.
¿Resultado? El primer radiólogo identificó un 85 % de los cánceres. Otro sólo detectó un 37 %. Otro, el 78 %. Otro no detectó ninguno. Había una mamografía en particular que tenía opiniones para todo.
Hay evidencia sólida de que, con una preparación más rigurosa y mayor experiencia, los radiólogos pueden leer mejor una mamografía. Pero mucho de lo que puede verse en ella cae en un área tan grisácea que interpretar una mamografía se convierte también, en parte, en una cuestión de temperamento. Algunos radiólogos ven algo ambiguo y no tienen reparo en considerarlo normal. Otros ven algo ambiguo y se vuelven suspicaces.
Tal vez penséis: mejor curar que lamentar. Es decir, que todos los radiólogos sean extremamente suspicaces y asunto arreglado. Pero ello conlleva otro problema:
El radiólogo del estudio de Elmore que detectó la mayoría de los cánceres también recomendó actuar de inmediato (una biopsia, un ultrasonido, más radiografías) sobre el 64 por ciento de las mujeres que no tenían cáncer. En el mundo real, un radiólogo que innecesariamente sometiera a un porcentaje tan extraordinario de pacientes sanas al tiempo, el costo, la ansiedad y la incomodidad que entrañan las biopsias y demás pruebas vería seriamente comprometido el ejercicio de su profesión.
La mamografía no es una forma de tratamiento médico, donde está justificado que los médicos tomen decisiones por el bien de sus pacientes. La mamografía es una forma e exploración médica: se supone que excluye a las personas sanas para que pueda prestarse más tiempo y atención a las enfermas. Pero si la exploración no explora, entonces deja de ser útil.
Gilbert Welch, experto en resultados médicos de la Facultad de Medicina de Dartmouth, ha señalado que, teniendo en cuenta las actuales tasas de mortalidad por cáncer de mama, 9 de cada 1.000 mujeres de 60 años morirán por esta causa en los 10 próximos años.
Si cada una de estas mujeres se hiciera una mamografía todos los años, el número se reduciría a seis. En otras palabras, el radiólogo que atendiera a esas mil mujeres tendría que examinar diez mil radiografías a lo largo de todo un decenio para salvar tres vidas; eso aceptando la estimación más generosa posible de la eficacia de las mamografías.
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AVISO: Este artículo es un resumen de otro artículo escrito por Malcolm Gladwell y aparecido en The New York Times. Como esta información puede afectar a vuestra salud (en el caso de que, por ejemplo, optéis por rechazar las mamografías), os recomiendo informaros convenientemente antes de tomar cualquier decisión. En primer lugar, podéis consultar los comentarios de los lectores del blog, que aportan puntualizaciones muy convenientes. En segundo lugar y más importante, consultad con vuestro médico o un especialista.
Vía | Lo que vio el perro de Malcolm Gladwell