Los céspedes brindan algunos beneficios: los espacios verdes ayudan a reducir el efecto de isla de calor urbano, disminuyendo la temperatura de toda el área metropolitana. Los céspedes pueden ayudar a restaurar las aguas subterráneas y reducir las inundaciones urbanas, y, como son plantas, ayudan a extraer una pequeña cantidad de dióxido de carbono del aire. Además, generalmente son lugares agradables para jugar.
Los céspedes dan mucho lustre a una casa unifamiliar en las afueras de la ciudad, sin duda. Pero ¿es un lujo que nos podemos permitir tan a la ligera? La respuesta es que no en la propoción actual.
El cultivo más grande
El césped es el “cultivo” agrícola irrigado más grande en Estados Unidos, más que el maíz, el trigo y los huertos frutales combinados. Un estudio dirigido por la NASA en 2005 descubrió que había 63 000 millas cuadradas de césped en los Estados Unidos (163 169 kilómetros cuadrados), cubriendo un área más grande que Georgia.
Mantener viva tanto césped puede consumir alrededor del 50-75 por ciento del agua de una residencia.
Los cortacéspedes absorben el gas y contaminan el aire: cada año, los propietarios de viviendas de los Estados Unidos usan unos 17 millones de galones de gasolina (64 352 000 litros) para hacer funcionar cortadoras de césped. Y decenas de millones de kilogramos de fertilizantes químicos y pesticidas.
Todo este esfuerzo, por supuesto, no es barato. Los estadounidenses gastan más de 36 000 millones cada año en el cuidado del césped, cuatro veces y media más que el presupuesto anual de la Agencia de Protección Ambiental.
Quizá ya va siendo hora de estigmatizar culturalmente el clásico césped americano sobreregado, sobrefertilizado y sobresegado, un símbolo de exceso que ha persistido durante demasiado tiempo.
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