A menudo, para alertar sobre el despilfarro energético, se suelen poner como ejemplos el dejar el piloto del stand-by de la televisión permanentemente encendido. O el gasto que supone que todos circulemos en coches propios.
Sin embargo, casi nadie suele mencionar el despilfarro energético que supone construirse una casa. Damos por sentado que, al abandonar la adolescencia, lo natural es mudarse a otra vivienda. Incluso existe una destacable presión social para que ello se produzca lo más rápido posible.
En la construcción de una casa se usan grandes cantidades de calor para producir los materiales empleados, como metales, ladrillos y prefabricados de hormigón. El calor equivale a energía, y energía significa normalmente que hay que quemar alguna cosa, y esa cosa es, frecuentemente, carbón, lo que equivale a emitir CO2.
Vayamos por partes: el hormigón. Si ahora estáis en vuestra casa o en la oficina, probablemente os encontréis sobre unas cuantas toneladas de hormigón.
El elemento esencial del hormigón moderno es el cemento, el cual es una forma procesada de piedra caliza y de ceniza procedente de la combustión del carbón. Mezcle esa ceniza con piedra caliza y un poco de agua, arena y gravilla, vierta la mezcla en un agujero practicado en la tierra y espere unos días. Lo que al principio tiene una consistencia pastosa se convertirá en una materia sólida con una enorme resistencia a la compresión y capaz de soportar el peso de un bloque de pisos o el paso elevado de una autopista.
Para procesar la piedra caliza debe calentarse mediante un horno en la cementera. Para calentar el horno se usan combustibles fósiles, por lo general gas o coque, que producen emisiones de CO2.
Una situación que se agrava porque al calentar la piedra caliza producimos en ella un cambio químico que libera todavía más CO2, esta vez procedente del propio mineral.
Según Graham Tattersall, para fabricar una tonelada de cemento bombeamos a la atmósfera casi tres cuartos de tonelada de CO2. O lo que es lo mismo: el equivalente a quemar 204 kg de carbón.
¿Y los ladrillos? Son de arcilla, pero deben meterse en un horno para que adquieran dureza y consistencia. También se precisa una gran cantidad de energía para conseguir esto pero, a diferencia de la piedra caliza, no se libera CO2.
Los bloques prefabricados no son tan perjudiciales para la atmósfera. Generalmente se fabrican con los restos de carbonilla y ceniza que forman parte de los residuos producidos cuando se quema carbón para producir electricidad.
Sin embargo, en la construcción no se emplea ningún tipo de bloque que esté completamente libre de problemas. En el carbón hay pequeñas cantidades de uranio y de torio. Al quemar carbón en las centrales eléctricas, todo el material radiactivo que contiene el mineral se concentra en las cenizas que luego forman parte de algunos de los materiales que se emplean en la construcción de casas. Los bloques prefabricados contienen, por lo tanto, cierta radiactividad. El nivel de radiación es, por fortuna, muy bajo, comparable al de las emisiones radiactivas de algunas rocas que se encuentran en estado natural en Cornualles o ciertas zonas de México, por ejemplo.
En la próxima entrega de este artículo analizaremos más materiales empleados en la construcción de casas, como la madera y algunos metales. Y, finalmente, cuánto contamina en cifras la simple construcción de una casa normal.
Vía | Cómo los números pueden cambiar tu vida de Graham Tattersall