Llegamos a casa y nos ponemos a lavar los platos. Como la tecnología es el mal, decidimos lavar los platos a mano, en vez de usar un lavaplatos.
Sin embargo, el lavado a mano es más nocivo en relación a las emisiones de dióxido de carbono. (Según Brendan Koerner, en su artículo Is a dishwasher a clean machine?, se consumen de 540 a 8000 g por lavar los platos a mano y 770 g por lavarlos en una máquina a 55º. Para lavarlos a mano con bajas emisiones de dióxido de carbono hay que usar fregaderos de dos senos, uno para enjabonar y otro para aclarar y no dejar correr el agua).
Son 30 litros de agua diarios se ahorran, de promedio, con el lavavajillas, según un informe del Canal de Isabel II y BSH Electrodomésticos España. Asimismo, consumen un 10% menos de energía. Además, los platos quedan más limpios. Según un estudio de la Universidad de Bonn, la cantidad de agua que consume un lavavajillas clase “A” es de unos 15 litros por lavado, frente a los 119 litros del lavado a mano para la misma cantidad de vajilla.
Todo ello, obviamente, no pretende disuadir a los ecologistas de ser ecologistas, sino concienciarles de que las decisiones sobre el medio ambiente no acostumbran a ser intuitivas, y que la mayoría de gente que toma decisiones medioambientales, si bien lo hacen honradamente, quizá están provocando más problemas de los esperados. En algunos temas ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo, ¿cómo tomar decisiones individuales al respecto, por muy molonas que suenen? También es una forma de reírme de la gente que toma decisiones medioambientales para restregar a los demás lo cool que son, que de ésos también hay muchos. Ser ecologista por impostura o por falta de información, al final, es igual de nocivo.
En otras palabras, un porcentaje significativo de la gente no hace nada por el cambio climático, y mayoría hace cosas muy puntuales, como el uso de bombillas de bajo consumo o reciclar (aunque reciclar cosas como el papel tampoco queda claro si es beneficioso o pernicioso, tal como dije aquí). Así pues, el planteamiento de limitarse a exhortar a la gente a modificar sus comportamientos para salvar la Tierra tienen un alcance muy limitado.
La palabra “concienciar” suena muy bien, pero su sobreuso la ha devaluado: concienciar a la gente para que se comporte de una forma distinta a la que lo hace es tremendamente ineficaz. Por ejemplo, el consumo desaforado, a pesar de las continuos intentos de concienciar a la gente, ha sido una constante en diversas épocas de la historia y en diferentes culturas, tal y como explico más extensamente en el artículo ¿Somos ahora más materialistas y despilfarradores que antes?
Parece más sensato volcar los esfuerzos hacia otras direcciones. Quizá incentivando a la gente.
¿Entonces? ¿Qué podemos hacer? Lo descubriremos en la última entrega de esta serie de artículos.