Son muchas las ciudades que guardan otros mundos bajo sus cimientos, sobre todo las que están ubicadas en regiones con climas adversos. Ciudades subterráneas que en muchas ocasiones son más interesantes que la urbe que queda sobre ellas. Tal vez si la gente supiera de estos mundos subterráneos, muchos turistas dejarían de visitar la superficie y se encasquetaría un casco provisto con linterna para aventurarse por los hormigueros para humanos.
BEIJING
Uno de los mayores problemas de China es su desbordamiento de habitantes por metro cuadrado. Conscientes de ello, la ciudad de Beijing (o Pekín, como se conoce tradicionalmente a la capital de la República Popular de China), la segunda ciudad más poblada del país (y también la primera ciudad del mundo que alcanzó el millón de habitantes por primera vez, allá en 1750), está valorando la posibilidad de olvidarse de los rascacielos para centrarse en los rascasuelos.
A causa de la avalancha de inmigrantes que llegan a la ciudad procedente de las zonas rurales, hoy Beijing cuenta con una población aproximada de 16 millones de habitantes. Una masificación humana que es el origen de no pocos problemas de contaminación medioambiental, congestión de tráfico y disputas por el uso de las tierras en el centro de la urbe. Y si hacemos caso al informe Pronosticando la población de Beijing en el Futuro, publicado por el Instituto de Investigación Demográfica de la Universidad de Beijing, se calcula que en el 2020 la ciudad alcanzará los 20 millones de habitantes.
Qu Zhenwu, profesor de este Instituto, lo expresa así:
Debido a la llegada masiva de inmigrantes, el número de residentes en Beijing ha mantenido un crecimiento imparable durante los últimos cinco años, a pesar de que la natalidad confirió un crecimiento nulo a la capital china.
Es por esa razón que el gobierno planea construir 90 millones de metros cuadrados subterráneos para el año 2020. Para adelantar trabajo, se aprovecharán de la inmensa red de túneles y 1.000 estructuras antiaéreas ya existentes, construidas entre los años 1969 y 1970 por Mao Zedong, fundador de la China moderna, a fin de salvaguardar la población (unas 250.000 personas) de un posible ataque a la ciudad. Una antigua red de 85 kilómetros cuadrados espoleada por la paranoia nuclear que fue excavada a mano por 300.000 pequineses, entre soldados, civiles y niños en edad escolar.
Un laberinto de túneles que une la estación de ferrocarril, la Ciudad Prohibida, la Plaza de Tian´anmen y Zhongnanhai, el complejo secreto donde reside la cúspide socialista. Para haceros idea de la monstruosidad de esta obra, uno es capaz de llegar hasta Tianjin, una ciudad industrial a 150 kilómetros al sur, sin necesidad de salir a la luz del sol. Miles de pasillos que entran y salen de la superficie por diferentes lugares y en cuyas paredes se pueden aún contemplar los retratos de los dirigentes maoístas o instrucciones del tipo: En caso de ver fuego nuclear, tírense al suelo con las manos sobre la cabeza.
Túneles de hasta 18 metros de profundidad, decorados muchos de ellos con alfombras rojas, como de club de alterne, en los que jamás se alcanzan temperaturas superiores a los 27 grados gracias al complejo sistema de ventilación. Un refugio que era capaz de albergar en sus entrañas durante 4 meses al 40 % de la población de entonces. Como a Mao le molestaba sobremanera el ambiente húmedo de aquella ciudad subterránea, mandó sustituir las mantas de algodón por otras de seda, hasta entonces exclusivas de los emperadores, que fueron tejidas diligentemente por miles de soldados. Por eso no es extraño que ahora los turistas puedan visitar aquí abajo una fábrica de seda, en la que se hace una demostración del proceso de obtención de los capullos de los gusanos de seda.
Un mundo que, finalmente, nunca fue usado. Un mundo que ahora es un atractivo enclave turístico, en el que incluso uno puede adquirir sábanas, pijamas o cojines como souvenir en la tienda de seda.
Toda esta infraestructura se unirá a los nuevos túneles que se están cavando actualmente con la tecnología más avanzada. Así pues, estamos hablando de que en el año 2020 existirá un espacio habitable bajo las calles de Beijing capaz de otorgar 5 metros cuadrados per cápita.
Hasta el momento, ya se han construido fábricas, almacenes, restaurantes, hoteles, hospitales, colegios, teatros, salas de cine con aforos de 300 espectadores, pistas de patinaje, granjas de setas y demás en 17 áreas, incluyendo el distrito comercial de Wangfujing y el Central Business District. Un total de 30 millones de metros cuadrados subterráneos llenos de todas las cosas que ya hay en la superficie, como reflejos especulares del mundo de allá arriba. Para evitar posibles congestiones, el 60 % de este espacio bajo tierra se ha reservado para estacionamientos y redes viales.
Un submundo que crece a una velocidad regular de 3 millones de metros cuadrados por año. Un mundo paralelo en cuya entrada, tras bajar las 20 escalinatas que hallaréis tras la puerta número 62 de la calle Xidamochang en Qianmen, podréis contemplar un tablero con la inscripción horizontal de caracteres chinos que dice: la Gran Muralla Subterránea de Beijin, bajo el cual descansa el busto del ex presidente chino Mao Zedong.
Los habitantes de Beijing están aceptando de buen grado este nuevo espacio habitable underground. Tanto es así, que los estudios de viabilidad revelan que los restaurantes subterráneos, por ejemplo, ya obtienen unos beneficios equiparables a los restaurantes de superficie, incluso mayores en algunos casos. También se estima que el turismo asistirá en masa a esta nueva ciudad china en la que nunca se distingue el cielo, por ello en los últimos años se han construido nada menos que 100 hoteles subterráneos. Es decir, que el traslado de infraestructuras, transportes, oficinas y centros comerciales y de ocio del mundo de arriba al mundo de abajo es total y absoluto, originando así una Beijing multidimensional en la que ya no todos aspirarán a vivir en la última planta del rascacielos más alto sino también en la última subplanta en lo más profundo de la tierra.
Para ventilar toda esta red del subsuelo se han horadado 2.300 agujeros de ventilación por los que circulan constantemente el fresco aire de la superficie. Los claustrofóbicos, sin embargo, no creo que se sientan mucho más cómodos con este dato.