Situada en una, ya extinta, montaña de hierro de proporciones colosales llamada Magnitka, Magnitogórsk ya es una ciudad fantasma y responsable de que la región sea una de las más contaminadas del mundo (rivalizando con Norilsk). Pero en su día, esta ciudad que desde los aires se parece al circuito integrado de un ordenador (no puedo evitar imaginar al protagonista de la película Exploradores sobrevolando en sueños el circuito impreso de la futura nave espacial que construirá con sus amigos), situada al sur de los Urales, fue un lugar digno de una película de terror.
Stalin echó el ojo a esta montaña constituida casi de hierro puro, única en la Tierra, para obtener los niveles de industrialización de sus rivales occidentales y, más tarde, para surtir de acero las fábricas que estaban construyendo su arsenal militar para afrontar la Segunda Guerra Mundial. Dicho y hecho, Stalin fundó este pueblo minero que, en menos de 10 años, redujo casi por completo la montaña. Un complejo minero monstruoso, inabarcable, en el que trabajaban a destajo miles de prisioneros políticos. La ciudad/campo de concentración estaba habitado por nada menos que 450.000 trabajadores, y casi 30.000 dejaron su vida en múltiples accidentes laborales.
Un número de bajas escalofriante que nos evoca el Egipto en el que se construían las pirámides.
Según el plan original, Magnitogórsk estaba inspirado en la ciudad de Pittsburgh, que en aquel tiempo era el centro más importante en el campo de la producción de acero en los Estados Unidos. Los años que siguieron a la perestroika de Mijaíl Gorbachov trajeron un cambio significativo en la vida de la ciudad.
La planta siderúrgica fue reorganizada como una empresa privada y finalmente participó en la reconstrucción del ferrocarril y el edificio de un nuevo aeropuerto.
Irónicamente, ahora la ciudad precisa que el hierro sea importado del extranjero. Ahora es una ciudad relativamente normal, con un parque acuático abierto en el 2002, llamado La cascada de los milagros, que es el centro de entretenimiento más grande de la urbe. También dispone de una galería comercial en el Mercado Central, llamada Grand. Una catedral de reciente construcción (2004), la Catedral de Ascensión, una de las principales catedrales de la Iglesia Rusa Ortodoxa. La parte vieja de la ciudad conserva aún casas de la época stalinista. Y tiene un restaurante llamado Magnit, una casa de balcones azules situada en la avenida Karl Marx.
En el Parque de La Victoria, junto al río Ural, se levanta un gran monumento compuesto por dos hombres sosteniendo una pesada espada, que simboliza el acero con el que esta ciudad surtió al ejército ruso para salir victoriosos en la Segunda Guerra Mundial. Sin duda una ciudad donde Iron Man se sentiría a sus anchas.