A los amantes de los animales, a veces, se les va un poco la pinza. Y no me refiero a lo de sentar en la mesa al perro para que coma con la familia, sino a cosas mucho peores.
Posiblemente, dos de los caprichos relativos a los animales que más daño han hecho a la naturaleza sean los siguientes.
El conejo. Los primeros colonos ingleses, a mediados del siglo XIX, decidieron introducir conejos en Australia. Sin encontrar ningún enemigo natural (los colonos había acabado casi por completo con la población de dingos y otros depredadores potenciales), los conejos se reprodujeron a sus anchas a partir de las 7 parejas transportadas hasta allí en 1859 por el inglés Thomas Austin.
La reserva de pastos del interior de Australia se fue esquilmando de tal manera que el suelo se convirtió en un desierto de arena sin ninguna defensa natural. os australianos los combatieron con balas, trampas y venenos. Intentaron frenar su avance levantando la famosa valla a prueba de conejos, una cerca de 1.830 kilómetros que atraviesa el estado de Australia Occidental. Pero nada parecía contener al invasor.
Para acabar con esta plaga, en 1950 se introdujo el virus mortal de la mixomatosis. Este virus, transmitido por los mosquitos, fue descubierto en los roedores de Brasil. En 1953, un ciudadano francés inyectó el virus a los conejos que asolaban su finca, dañando sus cosechas. De ahí se extendió el virus por toda Europa, causando grandes estragos en la población de conejos de Europa.
En 1995, Australia lanzó su segunda arma biológica: la enfermedad hemorrágica del conejo. El primer brote se produjo en China en 1984. A Europa llegó por el año 1998, y en poco tiempo acabó en Italia con 30.000.000 de conejos domésticos. En el año 2003, la enfermedad hemorrágica había diezmado las filas invasoras de muchas regiones áridas de Australia en un 85% o más (en teoría sin causar sufrimiento a los conejos). La eficacia de esta nueva arma es del gusto de ecologistas y granjeros, porque ha librado a la economía nacional de un gasto anual de 600 millones de dólares australianos.
Pájaros. Un poco más extravagante fue el caso del filántropo Eugene Scheifflin, que alrededor de 1890, tuvo la feliz idea de llevar a América todos los pájaros mencionados por Shakespeare en sus obras literarias.
Según cuenta Gregorio Doval:
Bienintencionada, pero desgraciadamente, Scheifflin logró que se soltaran estorninos en el Central Park neoyorquino. Hoy en día estas aves han proliferado por millones desde Alaska hasta México, sin verse molestadas por ningún depredador y convirtiéndose en una plaga perniciosa, al alterar el equilibrio ecológico.
Pez león (o Pterois volitans). Un accidente parecido fue producido por la fuerza de la naturaleza, concretamente la de un huracán. El huracán Andrew fue la segunda tormenta más poderosa que azotó los EE.UU. en el siglo pasado. Desde entonces, las aguas del Golfo de México y del Mar Caribe son testigos de la aparición de una especie invasora, el pez león, que fue arrastrada por el huracán.
Sus espinas son venenosas y producen una picadura muy dolorosa para el ser humano y mortal para muchos animales. Un solo Pez León puede matar a las tres cuartas partes de la población de peces de todo un arrecife en poco más de un mes.
Vía | El libro de los hechos insólitos de Gregorio Doval | Planeta Curioso