Si sumáramos todos los zoológicos del mundo, apenas conseguiríamos albergar unas 2.000 especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Actualmente sabemos que existe un total de 24.000. Y si hablamos de jardines botánicos, las cifras son más desoladoras: hay un cuarto de millón de especies de plantas.
Además, en el caso de que se consiguieran salvar especies animales que están a punto de extinguirse (por ejemplo guardando una biblioteca de embriones congelados), luego resulta muy dificultoso introducirlas de nuevo en ecosistemas que han sido esquilmados.
Aunque se pongan de nuevo las especies juntas, el ecosistema no vuelve a funcionar, sobre todo si hablamos de comunidades tan complejas como las selvas tropicales.
En el retazo de bosque viven miríadas de formas de vida: quizá 300 especies de aves, 500 de mariposas, 200 de hormigas, 50.000 de escarabajos, 1.000 de árboles, 5.000 de hongos, decenas de miles de especies de bacterias, y así sucesivamente a lo largo del extenso registro de grupos principales. (…) Cada especie ocupa un nicho preciso, que exige un determinado lugar, un microclima exacto, nutrientes concretos y ciclos de temperatura y humedad a los que están sincronizadas las fases secuenciales de los ciclos biológicos. Muchas de las especies están trabadas en simbiosis con otras especies, y no pueden sobrevivir a menos que se dispongan con sus consortes en las configuraciones correctas.
La ciencia todavía no ha alcanzado el nivel de conocimientos suficiente para saber cómo montar un puzzle semejante, en el caso de que tuviéramos todas las piezas guardadas en un museo. Aunque se alcanzara el equivalente taxonómico del Proyecto Manhattan. La biología de los microorganismos necesarios para reanimar el suelo se desconoce en gran parte.
Así pues, ¿importa que perdamos piezas del puzzle? Mucho. Tanto como perder seres humanos.
Cuando alguien exclama airado que las personas son lo primero, se olvida de que las personas viven en gran parte gracias a los animales que habitan en el mundo. Cuando una especie muere, metemos una bala más en la recámara del juego de la ruleta rusa.