El sexismo se cuela en todas las fisuras de nuestro comportamiento hasta niveles tan infinitesimales que apenas somos conscientes de ello. Incluso el más ecuánime con el otro sexo probablemente tropezará en alguna clase de sesgo sexual. Por ejemplo, no hace mucho explicábamos cómo las mujeres eran más incompetentes en matemáticas porque creían que así debía ser, y que, sin embargo, eran mucho más solventes si en las pruebas matemáticas se evitaba en lo posible el sesgo sexual.
Ahora descubrimos que incluso bautizar a un huracán con nombre de mujer influye en el número de víctimas que produce: al llamarse con un nombre dulce de mujer (Rita, por ejemplo) en vez de uno contundente de hombre, la gente toma menos precauciones porque considera que es menos peligroso, según un estudio que acaban de publicar en Proceedings of the National Academy of Science investigadores de la Universidad de Illinois, en Arizona.
Para llegar a esta conclusión, se analizaron los huracanes y las víctimas producidas por los mismos en el intervalo de 1950 hasta 2012. De los 47 huracanes más letales, los femeninos tuvieron el doble de víctimas que los masculinos: 45 frente a 23. Si el nombre femenino es particularmente dulce, entonces las víctimas se pueden triplicar, como es el caso de Charley o Eloise.
Para llevar a cabo el estudio, un grupo de voluntarios calificaron en una escala de 1 al 11 el nombre del huracán (1 igual a muy masculino, 11 muy femenino). Se surpimió el Katrina de la ecuación, porque se salía de todos los valores por su monstruoso efecto). En otro ejercicio, el sexo huracán afectó en cómo los encuestados dijeron que se prepararían para tal huracán. Sharon Shavitt, coautora del estudio y profesora de marketing en la Universidad de Illinois, afirma que los resultados implican un "sexismo implícito", pero matiza:
Los estereotipos que subyacen a estos juicios son sutiles y no necesariamente hostiles hacia las mujeres: pueden implicar considerar a las mujeres como más cálidas y menos agresivas que los hombres.
Un meteorólogo australiano del siglo XIX, Clement L. Wragge, fue el primero que bautizó los huracanes. Al principio eligió nombres bíblicos, como Zaqueo, Uza o Tamar. Hasta 1979, la Comisión Meteorológica de Estados Unidos sólo otorgó nombres femeninos a los huracanes, pero el servicio meteorológico australiano comenzó a asignar nombres de ambos sexos. Hoy en día se reúne una comisión y prepara los nombres que se van a poner a cada tifón empezando por la A y finalizando por la Z. Por ejemplo, en 2011, el primer ciclón se llamó Arlene, el segundo Bret, el tercero Cindy, el cuarto Don, el siguiente Emily... Aquí tenéis una lista de ciclones tropicales.
Vía | Washington Post
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