“Sólo” pesa 200 gramos y puede alcanzar los 30 centímetros de longitud en su estado adulto. Sin embargo, este caracol gigante africano (Achatina fulica) ya ha sido catalogada como una de las 100 especies más invasoras por el Grupo Especializado en Especies Invasoras (ISSG) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Y es que, según autoridades Consejería andaluza de Medio Ambiente, el caracol amenaza la biodiversidad de la región. Además de su daño ecológico, este caracol cobija nematodos, parásitos que se alojan en tejidos fibromusculares y secreciones de moco del animal que pueden causar diversas afecciones como meningoencefalitis eosinofílica y angiostrongiliasis abdominal en seres humanos.
Por todo ello es preciso evitar tanto su manipulación como su consumo, y por supuesto, su liberación al medio.
Su concha es de forma cónica marrón o moteada, difiriendo levemente de los ejemplares juveniles, que presentan un color más claro y bandas amarillentas.
La elevada tasa de reproducción de este caracol (pueden poner más de 1.000 huevos en sus 5 ó 6 años de vida media), su amplio registro de alimentación (desde plantas hasta heces) o su alta resistencia hacen que se le considere como plaga de cultivos en Estados Unidos y Australia.
Vía | Libertad Digital