La complejidad de los escosistemas es tan que no podemos estudiarlos sin tropezar en el reduccionismo. Tampoco sabemos qué sucede exactamente en el conjunto cuando toqueteamos una pieza, por ejemplo eliminando una especie animal.
Todo está conectado con todo en una maraña causal tan inextricable que un buen ejemplo para empezar a asumirlo el fragmento de tierra elevada que el ser humano generó fortuitamente en 1912.
Isla de Barro Colorado
En 1912 fue el momento en el que, al construirse el Canal de Panamá, se creó el lago Gatún. De resultas de su subida de aguas, se aisló del resto de la tierra un fragmento de tierra elevada cubierto de bosque perenne tropical.
Este fragmento de tierra fue llamado isla de Barro Colorado. A la largo, se acabó convirtiendo en una estación de investigación biológica, tal y como explica Edward O. Wilson en su libro Consilience:
En las décadas que siguieron se convirtió en el ecosistema de su tipo estudiado con mayor detalle del mundo.
El tamaño de la isla era de únicamente 17 kilómetros cuadrados, por tanto era demasiado pequeño para mantener jaguares y pumas. Las presas de estos grandes felinos, roedores de gran tamaño llamados agutíes y pacas, quedaron libres así de su principal causa de muerte: ser devorados. Estas presas se multiplicaron hasta diez veces su número normal:
Sobreexplotaron su alimento, que consiste principalmente en grandes semillas que caen de la bóveda del bosque, lo que causó una reducción en la reproducción y en la abundancia de las especies de árboles que producen semillas.
Los efectos secundarios no tardaron en apreciarse. Como solo interesaban los árboles con semillas, y estos eran devorados a través de sus semillas, se vieron favorecidos árboles pequeños, cuyas semillas pequeñas no eran del interés de los agutíes y las pacas. De repente, había muchos árboles pequeños. Ello propició, a su vez, que los animales que se alimentaban de semillas pequeñas también tuvieran abundancia de alimento, lo que hizo que se reprodujeran exponencialmente.
Los depredadores de estos animales también aumentaron. Y también lo hicieron los hongos y bacterias que parasitan los árboles de semilla pequeña. Los animales microscópicos que se comen a estos hongos y bacterias se hicieron más densos. Y los depredadores de esos pequeños animales también aumentaron.
y así sucesivamente a través de la red trófica y, en el sentido contrario, a medida que el ecosistema reverberaba debido a la restricción de su área y la pérdida consiguiente de sus carnívoros culminales.
Lo cual deberíamos hacerlos reflexionar cada vez que nos dicen que una especie animal o vegetal está en peligro de extinción y la opinión pública solo da la callada por respuesta o se limita a levantar los hombros.
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