Tras millones de años, este bosque de gran biodiversidad apenas ha sufrido transformaciones evolutivas; es una reliquia viviente de las formaciones vegetales que cubrían gran parte de Europa durante el Periodo Terciario.
La necesidad de un alto grado de humedad para el desarrollo de las masas forestales condiciona su distribución a las vertientes norte entre los 400-1500 m de altitud que es la zona de mayor influencia de los vientos alisios que dan lugar a la formación del mar de nubes.
La laurisilva es una formación de tipo subtropical predominantemente arbórea, siempre verde, cuya gran masa de hojas coriáceas y brillantes favorece la condensación de las nieblas produciéndose una lluvia local al pie de cada árbol que se conoce como «precipitación horizontal».
Como curiosidad, el abandono del campo que se ha producido en Canarias en los últimos 40 años ha propiciado la recuperación de la laurisilva en las fachadas norte de las islas occidentales.
Este abandono provocó la expansión natural de los matorrales de fayal-brezal, que invaden con rapidez los terrenos en los que aún no se ha perdido el suelo y procuran la restauración del ecosistema.
Muchos de estos fayal-brezales han alcanzado desarrollo importante y forman bosques secundarios de laurisilva próximos a la madurez.
Vía | EFE