Los días 8 y 9 de octubre, a rebufo del Seminario Internacional de Ciencia, Periodismo y Medio Ambiente (#SIPMA15), que organizan Enresa, Foro Nuclear y la Universidad de Córdoba, tuvimos la oportunidad de visitar las instalaciones de El Cabril, el único almacén de residuos radiactivos de baja y media actividad de España.
A una hora aproximadamente en bus desde Córdoba, El Cabril se encuentra situado en una finca de la Sierra Albarrana, en el municipio de Hornachuelos. Los residuos se clasifican y se almacenan en contenedores de hormigón fabricados a prueba de terremotos.
El almacén centralizado de El Cabril cuenta con dos zonas diferenciadas por funciones: la zona de edificios y la zona de almacenamiento. Las instalaciones inauguradas en 1992 cuentan con más de 1100 hectáreas de superficie, de las cuales sólo se encuentran ocupadas veinte.
El Cabril recibe anualmente unos 3.000 bidones (más de 1.000 metros cúbicos) de residuos de los que casi el 95% procede de las ocho centrales nucleares que se encuentran en producción en 2010 y el resto llega de hospitales, universidades y laboratorios de investigación públicos y privados.
Los isótopos radiactivos de residuos de media, baja y muy baja actividad tardan un máximo de 300 años en decaer a niveles de radiación natural.
Ahora mismo, El Cabril, del que es propietaria la empresa pública Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos), está a la mitad de su capacidad. ¿Qué ocurrirá dentro de 26 años, cuando ya no haya espacio en este cementerio nuclear a cielo abierto? En palabras de Andrés Guerra, el director: “lo que haremos será cubrirlo totalmente con tierra, sobre la que luego se plantarán árboles y matorrales propios de la zona, de forma que el paisaje no se verá afectado”.
A pesar de las manifestaciones en contra, los controles de seguridad de El Cabril son exhaustivos, y, según estudios de 2004, las dosis máximas que recibe el personal no han superado nunca valores por encima del 5% de los límites legales. Para que nos hagamos una idea, estos valores en el acumulado anual netamente inferiores que los que recibe una persona cuando se somete a una radiografía de tórax. Incluso los pilotos y tripulación de vuelos comerciales reciben mayor dosis de radiación y, por ello, deben tomarse períodos de descanso entre un conjunto de vuelos y otros.
Al menos nosotros salimos limpios de allí, como podéis ver en el siguiente vídeo de la visita:
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