1 Hay que tener en cuenta que las teorías confirmadas de las ciencias más veteranas están respaldadas por un entramado sólido de datos que proceden de fuentes diferentes: es infrecuente, pues, que se apoyen en un único “experimento crucial”.
Las pseudociencias suelen dar demasiada importancia a experimentos aislados.
2 Los datos acumulados de las ciencias tienden a imbricarse entre sí como si fueran las piezas de un rompecabezas. Es decir, los datos de la biología deben ser compatibles con los datos de la química, y la química, con la física. Muchos de los cambios en cualquiera de estos datos, pues, afectará al conjunto de todas las disciplinas o, con suerte, sólo se sucederán cambios locales.
Las pseudociencias, sin embargo, aceptan alegremente teorías, energías o terapias que chocan de frente con todo el esqueleto de conocimientos científicos acumulados sin explicar los cambios que ello supondría a todos los niveles.
3 Las pseudociencias implican numerosas consecuencias observacionales que no coinciden con datos científicos confirmados o que entran en conflicto con teorías científicas comprobadas que pertenecen a ámbitos en los que existen buenas razones para pensar que esas teorías son válidas.
Además, la pseudociencia suele autoproclamarse científica y relacionarse con descubrimientos de vanguardia, así puede cobijarse bajo el manto de la ciencia genuina con el propósito de obtener respeto epistemológico que el público general dispendia a la ciencia.
4 También los pseudocientíficos exhiben algunos rasgos lógicos y sociológicos de la ciencia genuina, como que pasan por un largo proceso de formación y acreditación. Aunque esto tampoco es indispensable: algunos pseudocientíficos se declaran autodidactas o directamente poseedores de un conocimiento revelado que excede el conocimiento de la ciencia oficial.
5 Así pues, la distinción entre ciencia y pseudociencia no atañe tanto al tema tratado como a la calidad de los métodos empleados y la fiabilidad del conocimiento obtenido.
6 La pseudociencia adolece por completo de espíritu crítico y del fuerte respaldo empírico de la ciencia genuina. Pseudociencias como la astrología, la homeopatía o el creacionismo apenas han avanzado o cambiado en las últimas décadas o siglos.
7 Con todo, es difícil trazar una línea clara entre ciencia y pseudociencia.
Sería mejor imaginar un continuo donde la ciencia bien asentada (por ejemplo, la idea de que la materia se compone de átomos) se sitúe en un extremo; a continuación se encontraría la ciencia puntera (las oscilaciones del neutrino, por ejemplo) y la ciencia dominante pero especulativa (la teoría de cuerdas); después, mucho más allá, la ciencia de mala calidad (los rayos N, la fusión fría), y al final, tras un largo recorrido, la pseudociencia.
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal