Con el nombre de cultos Cargo se conoce a un conjunto de movimientos religiosos poco ortodoxos que aparecieron entre varias tribus de Australia y Melanesia tras su contacto con el mundo occidental.
Las fuerzas estadounidenses llegaron a la isla de Tanna para reclutar a mil hombres con el propósito de que los ayudasen a construir un aeropuerto y una base militar en la vecina isla de Efate. Para los lugareños, los soldados norteamericanos que desembarcaban en sus aviones durante la Segunda Guerra Mundial eran como deidades, seres supremos que transportaban toda clase de objetos tecnológicamente avanzados.
“Cargo” era la expresión inglesa que se empleaba para designar la mercancía, flete o cargamento de un buque o un avión.
En estas regiones existen aún hoy tribus primitivas cuyo estadio cultural corresponde al de la Edad de Piedra que continúan esperando que algún día vuelvan sus deidades transportando latas en conserva, gafas de sol, linternas o encendedores, y se visten como su antiguos dioses pintando sus cuerpos como soldados de la Segunda Guerra Mundial, cargan fusiles construidos con bambú, imitan estaciones radio-transmisoras con madera, se fabrican sus propios aviones con lodo, paja y lianas y hasta crean largas pistas de tierra para que los aviones de verdad, el transporte de los dioses, puedan volver a aterrizar (algunos aborígenes se situaban lo largo de la pista con antorchas en las manos y hacían gestos imitando a los controladores americanos).
También desarrollaron complicados rituales de adoración a la bandera americana y copiaron las canciones que los militares entonaban durante las marchas. Por encima de las demás, surgió una divinidad concreta: John Frumm (nombre posiblemente derivado después de que el susodicho se presentara ante los nativos como John from America).
Frumm había aterrizado en la isla montando un gigantesco pájaro que al volar rugía como el trueno, procedente de una lejana tierra llamada “USA”. Conocedor de los secretos de la Naturaleza y de la vida, el “dios Frumm” instruyó a los aborígenes con conocimientos privilegiados y demostró su “poder” curando a algunos nativos enfermos.
Además, les obsequió con toda clase de preciosos objetos nunca vistos antes: monedas, billetes, un casco y demás. El jefe tribal recibió incluso una foto que mostraba al dios John Frumm vestido con su uniforme militar. Tiempo más tarde, Frumm regresó a su patria, dejando huérfanos de dios a los aborígenes.
Algunos aún persisten en la idea de que Frumm volverá. Se cuenta que, estando en Melanesia, David Attenborough preguntó a un indígena si seguía creyendo que John Frumm iba a volver después de décadas esperando. “¿Acaso no lleváis vosotros dos mil años esperando a vuestro Mesías? ¿Por qué íbamos nosotros a cansarnos tras unas pocas décadas?“, respondió el melanesio empleando una lógica aplastante.
Y allí siguen año tras año, imitando en las festividades al ejército marchando en una suerte de combinación de ejercicios de entrenamiento militar y danzas tradicionales, esperando que John Frumm y sus guerreros bajen del volcán Yasur para entregar de nuevo regalos celestiales de todo tipo.
Es inquietante pensar que tal vez el origen de muchas de las religiones que hoy aceptamos como legítimas haya que buscarlo en las interpretaciones erróneas llevadas a cabo por gentes primitivas cuando se enfrentaron a cosas que no comprendían. Rellenando lagunas del conocimiento con mitos.
En la próxima y última entrega, más religiones cultos Cargo sucedidos en otros lugares del mundo.
Vía | Dios no es bueno de Christopher Hitchens