La gente cree que un medicamento funciona realmente solo porque percibe que así ha sido, de manera individual y subjetiva, cuando el proceso de curar es más intrincado de lo que parece. Además de luchar contra el efecto placebo, la regresión a la media y otras ilusiones cognitivas, el precio de los medicamentos afecta inconscientemente en los pacientes.
Por ello la gente tiene la convicción de que los medicamentos de marca son mejores.
Por ejemplo, en un fascinante estudio publicado en Journal of the American Medical Association en 2008, analizaba el dolor generado por descargas eléctricas en diferentes pacientes. Bien, el tratamiento analgésico resulto ser más potente cuando se le decía al paciente que costaba 2,50 dólares que cuando se le decía que costaba solo 10 centavos.
Y en otro estudio publicado en Organizational Behaviour and Human Decision Processes, también del 2008, titulado “Do we listen to advice just beacause we paid for it?”, sugería que las personas hacen más caso a los consejos cuando ha pagado por ellos.
Y es que el dolor es una sensación fácilmente adaptable: en él influyen las expectativas, el caso que le hagamos, el conocimiento que tenemos sobre él, etc. El estrés puede aumentar el dolor de muelas; distraerse con una película puede disminuirlo. Por eso este tipo de “placebo económico” tiene mucho más efectos en analgésicos.
Otro ejemplo de este poderoso efecto psicológico ligado a lo que parece costar el medicamento lo propone Ben Goldacre en su libro Mala Ciencia:
Branthwaite y Cooper realizaron un estudio verdaderamente extraordinario en 1981, en el que se analizaron a 835 mujeres que padecían dolor de cabeza. Se trató de un estudio con cuatro ramas (o “brazos”), en el que a los sujetos se les administraba unos comprimidos que podían ser aspirinas o placebos, y tanto las primeras como los segundos podían ir envasados a su vez en cajas neutras, sin adornos, o en envases llamativos en los que figuraba destacado el nombre de una marca. Y lo que descubrieron (como era de prever) fue que la aspirina tenía más efecto sobre el dolor de cabeza que la pastilla de azúcar; pero que, además, el envase de los comprimidos tenía su propio efecto beneficioso, pues incrementaba los beneficios observados tanto en el placebo como en la aspirina.
Finalmente cabe recordar que un medicamento genérico, según se describe en el Real Decreto 1345/2007, artículo 2.35, es “el medicamento que tenga la misma composición cualitativa y cuantitativa en principios activos y la misma forma farmacéutica, y cuya bioequivalencia con el medicamento de referencia haya sido demostrada por estudios adecuados de biodisponibilidad.”