Durante el siglo XVI, Francia fue azotada por una auténtica epidemia de crímenes y canibalismo asociados a los hombres-lobo, el punto culminante se alcanzó entre el año 1589 y 1610.
Francia fue el epicentro del fenómeno del hombre-lobo, un dato curioso, en 110 años se llegaron a registrar hasta 30.000 casos de personas que aseguraban transformarse en animales. Muchas de estas personas fueron asesinadas salvajemente por el temor, fueron decapitadas, asadas vivas, colgadas…
A la licantropía se le consideró una forma de posesión diabólica, llegándose a organizar grandes batidas de caza al “hombre-lobo”, pero además, se llegaron a publicar gran cantidad de tratados intentando demostrar que era un fenómeno real y no fruto de la invención.
En torno al mito del hombre-lobo aparecieron numerosos escritos sobre cómo protegerse, cómo volverlos a la normalidad, cómo evitar el contagio, etc.
Hay unas cuantas enfermedades que explican el mito de los hombres-lobo de aquella época. Por ejemplo, la porfiria congénita, una enfermedad provocada por un gen recesivo que provoca entre otros trastornos, la fotosensibilidad que obliga al enfermo a vivir de noche, o la hipertricosis, una vellosidad exagerada hasta tal punto que todo el cuerpo llega a estar cubierto de pelo y finalmente, las lesiones cartilaginosas y de la médula ósea que incitan al enfermo a desplazarse a cuatro patas.
Claro que no sólo las enfermedades contribuyeron a este mito, también las alucinaciones sufridas por las pócimas y ungüentos de la época, la cantidad de casos de psicópatas sexuales, sádicos, necrofílicos, antropófagos, exhibicionistas, etc. que estaban fascinados por la satisfacción que les producía el sufrimiento ajeno y la muerte, contribuyeron a magnificar el mito.
Hay quien cree que es una realidad y que un mito que se ha extendido por todo el planeta, es real. Pero la realidad es que todos los fenómenos que se relacionan con el hombre lobo, se explican científicamente. La ciencia se abre paso y demuestra la cruda realidad, que la ignorancia mata.
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