Imaginaos que para aprender matemáticas no hiciera falta que empollarais gruesos manuales ni que resolvierais toda clase de ejercicios sobre dos trenes que salen de estaciones distantes y que irremediablemente van a chocar. Imaginaos que os digo que basta con que os toquéis la punta de la nariz. O que hagáis el pino puente. O que ejecutéis la coreografía del kame-hame-ha de Dragon Ball. O algo así.
Eso es, a grandes rasgos, en lo que consiste la gimnasia cerebral. Otra pseudociencia más que, si no fuera por la cantidad de adeptos que tiene y el su infiltración en las escuelas, produciría más hilaridad que otra cosa.
La gimnasia cerebral, desarrollada por el Dr. Paul Dennison en los años setenta, consiste en movimientos y ejercicios que estimulan el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales. Partiendo del principio de que cuerpo y mente son un todo inseparable y de que no hay aprendizaje sin movimientos, el Dr. Paul Dennison se sacó de la manga una serie de movimientos coordinados cuyo objeto es activar los sentidos y facilitar la integración y asimilación de nuevos conocimientos.
Si todavía os estáis carcajeando, ahora se os petrificará la sonrisa en la cara: en países como Inglaterra, Brain Gym está patrocinada por las autoridades locales y financiada por el Estado, y la formación necesaria para aplicarla cuenta como crédito curricular para el profesorado. Algo así como el disparate institucionalizado. Como ya sucede con la homeopatía o el creacionismo. Aquí tenéis la lista de la vergüenza, por si se os ha olvidado.
Nada mejor que la lengua afilada de Ben Goldacre para asimilar lo preocupante de esta situación:
El mismo profesor que explica a sus alumnos que el corazón bombea sangre a los pulmones y, luego, al resto del cuerpo, está contándoles también que, cuando hacen el ejercicio bautizado como Activador de Energía (que resulta demasiado complicado para describirlo aquí), “el movimiento hacia atrás y hacia adelante de la cabeza incrementa la circulación sanguínea hacia el lóbulo frontal, lo que favorece una mayor capacidad de comprensión y de pensamiento racional”. Asusta aún más pensar que ese mismo docente estuvo sentado durante toda una clase escuchando y aprendiendo ese tipo de estupideces de boca de un instructor de Brain Gym sin cuestionarlo ni poner en duda sus palabras.
Sí, movimientos del cuerpo para ser más inteligente. Además de hincar los codos, nada como mover la cabeza como una gallina. Pero claro, los libros sobre gimnasia cerebral no dicen así las cosas: usan terminología altisonante y vagamente científica para que los docentes queden impresionados: “formación reticular”, “aumento de oxidación”. Esa clase de verborrea.
A veces, frente a tanto despropósito, a uno se le quitan las ganas de argumentar o aportar pruebas, y sencillamente se deja llevar también por los movimientos corporales universalmente elocuentes, concretamente del dedo corazón. Pero si todavía os lo creéis, entonces haced este otro movimiento con los dedos para que llegue sangre y oxígeno al cerebro de forma más eficiente:
Forme una “C” con el pulgar y el dedo índice de una mano, y apóyela a uno u otro lado del esternón, justo por debajo de la clavícula. Frote suavemente durante unos veinte o treinta segundos colocando, al mismo tiempo, su otra mano justo por encima del ombligo. Cambie a continuación de mano y repita la misma operación.
No habéis leído la coreografía de la próxima canción del verano, no: esto se practica en miles de escuelas públicas.
Los popes de la gimnasia cerebral también tienen especial obsesión con el agua. Dicen que el agua debe retenerse en la boca, porque así podrá ser absorbida directamente desde allí hacia el cerebro:
Beban un vaso de agua antes de las actividades de Brain Gym. Al ser un componente fundamental de la sangre, el agua resulta de vital importancia para transportar oxígeno hasta el cerebro.
A alguien más le recuerda todo esto a los métodos extravagantes que se empleaban en la película El balneario de Battle Creek?
Vía | Mala Ciencia de Ben Goldacre