Cada vez más trabajos recientes de antropólogos y psicólogos cognitivos sugieren que existen estructuras mentales subyacentes para explicar la tendencia humana casi universal de invocar agentes sobrenaturales para explicar fenómenos naturales. Por ejemplo, si retumba un trueno, la explicación es: ha sido Dios. Y esta explicación se ha mantenido hasta que la ciencia ha demostrado cómo se producen los truenos.
La mejor forma de penetrar en esta dinámica psicológica es leyendo los cultos Cargo: personas que viven en nuestra época que, por carecer de ciencia y conocimientos tecnológicos suficientes, aportan explicaciones divinas a que seres humanos desciendan del cielo en aviones.
Una fase crucial en la evolución del cerebro de los primates superiores fue el desarrollo de un módulo de “teoría de la mente”, con el que los individuos adquieren la capacidad de conceptualizar las acciones de otros individuos como gobernadas por creencias e intenciones análogas a las nuestras, y formar conjeturas acerca de dichas creencias e intenciones como explicaciones del comportamiento observado. Una vez se concibe a los otros humanos como poseedores de pensamientos invisibles que determinan sus acciones, no hay que dar un gran salto para imaginar agentes invisibles (ancestros, espíritus, dioses, etc.) que, de manera análoga, tienen pensamientos y deseos y son capaces de emprender acciones a partir de ellos. En definitiva, la religión se monta en la maquinaria cognitiva ya presente en la mente humana.
Geoffrey Miller, en su libro The Mating Mind, sugiere que la religión podría ser como el arte, y que por ello ha prosperado tanto y se mantiene generación tras generación. Nuestros cerebros han evolucionado para sobrevivir y aparearse en el contexto de nuestros antepasados del Pleistoceno: no existían presiones selectivas a favor de la precisión en cosmología. Lo que añade Miller es que incluso puede que haya presiones selectivas para no ser precisos en cosmología y otras ciencias desde el punto de vista fáctico. La religión, según Miller, tendría también una parte de selección sexual.
En cualquier caso, parece obvio que todos somos racionales (aunque no tanto como parece), pero, a medida que nos alejamos de las tareas cotidianas (aquéllas en las que nuestro cerebro fue seleccionado), entonces tendemos a la irracionalidad: por ejemplo, exijo muchas pruebas para adquirir un coche y no creo todo lo que me dice su vendedor, pero no mantengo esta postura intelectual cuando se trata de fenómenos sobrenaturales.
En situaciones anormales, sobrenaturales, extrañas, a nuestro cerebro le cuesta ser racional:
Mantener una perspectiva racional exige una lucha intelectual y emocional constante contra el pensamiento desiderativo, teleológico y antropomórfico, los juicios equivocados sobre probabilidades, correlaciones y causación, la percepción de pautas inexistentes y la tendencia a buscar la confirmación más que la refutación de nuestras teorías favoritas.
Hasta aquí, este artículo de tres partes. Y ahora, una pequeña postilla:
Como me espero una retahíla de comentarios al respecto, paso a contestarlo ya: este blog es de divulgación científica. Dentro de la divulgación científica existe una rama llamada filosofía de la ciencia y epistemología que se ocupa precisamente de cómo accedemos al conocimiento: este artículo trata de ello, de manera tangencial. Finalmente, la religión es un modo de conocer el mundo y dar respuestas a la gente, y por tanto es sujeto de estudio por parte de la ciencia.
Aunque esto no fuera así, la religión es un asunto que se puede estudiar científicamente (en la parte final del artículo me explayo más en la psicología evolutiva para explicar el origen de la religión), por lo tanto es legítimo dedicar un artículo como este a la religión, de igual forma que podría dedicarse a la moral, la formación de opiniones, las modas o la forma que tiene el cerebro de autoengañarse. Si todos estos temas pueden tratarse en Genciencia, obviamente también se puede tratar el tema religioso siempre que no se falte al respeto con ello: algo que he intentado evitar a toda costa (si no lo he conseguido, pido disculpas).
La religión, como conclusión, es uno de los fenómenos psicológicos y sociológicos más fascinantes y extraños del mundo. De modo que resulta muy pertinente escribir artículos y libros sobre ello. Soy consciente de que, para los creyentes, estos estudios pueden herirles porque cosifican sus sentimientos. Frente a ello, tienen dos opciones: no leer esa clase de libros y artículos o, como alternativa, tratar de asumir que no hay motivo para escamarse ni sentirse herido: si al hablar de modas se ofrecen estudios que aducen que la moda es un fenómeno psicológico basado en el gregarismo del ser humano, las personas que siguen la moda no deberían sentirse heridos por hacerlo (al menos heridos hasta el punto de tratar de censurar parcial o totalmente esa clase de estudios).
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal