Con el pelo blanco, despeinados, engreídos, expertos en absolutamente todo y sin vida social. Esta es la imagen típica del científico loco en la mayor parte de obras de ficción. Un personaje típico y tópico capaz de afrontar cualquier problema como el más consumado especialista, independientemente de cual fuera su formación.
Sin embargo, como suele ocurrir con los arquetipos, queda muy lejos de la verdad. Seguramente al guionista de Star Trek le era muy conveniente que el mismo personaje que en un episodio arregla el tele-transporte, en el siguiente sea capaz de encontrar un pequeño resquicio en las ecuaciones de la Física más avanzada para permitir a la nave escapar de un agujero negro en el último segundo.
No obstante, dejando de lado que ambas tareas no son más que pues ciencia ficción, la realidad dista mucho de este tipo de omnipotencia.
Naturalmente, si alguien ha dedicado su vida a la ciencia, probablemente es porque le interesa realmente el tema. Por lo tanto, seguramente adquirirá ciertos conocimientos en otras áreas más allá de su especialidad. Pero eso no es muy diferente a cualquiera de nosotros que lea libros o revistas de divulgación con asiduidad.
Más que suficiente para entrar en conversaciones, e incluso formarse opinión propia. Pero, desde luego, bastante lejos de convertir a cualquiera en un experto capaz de revolucionar todo un campo del conocimiento humano si la necesidad apremia.
De hecho, lo dicho sigue siendo cierto incluso dentro de la mismo ciencia que uno estudia. Tras siglos de personas increíblemente inteligentes sudando sangre para desentrañar los misterios de la naturaleza, los conocimientos acumulados son tan abismalmente extensos en cada una de las grandes disciplinas científicas, que es virtualmente imposible dominar todos los contenidos de una sola de ellas en el escaso transcurrir de una vida humana.
Aunque sea feo ponerme por ejemplo, como probablemente ya sospecharéis a estado alturas, yo dediqué unos cuántos años a la investigación en Física teórica. Puedo decir que llegué a dominar con cierta soltura los cinco o seis temas en que trabajé.
Sobre otras áreas de la misma teoría en las que no llegué a dedicar tantos sudores, probablemente soy capaz de entender un seminario o artículo y ver su importancia (o, a menudo, su ausencia). Si nos vamos a otras áreas de la física teórica, ya tendría que empezar a firme de la palabra de los expertos para saber por donde van los tiros.
Obviamente, mi formación previa me permite intuir bastante. Y, si fuera necesario, poder entrar en un tema nuevo dedicándole cierto esfuerzo, tiempo de estudio y pasando por reciclaje. Pero, desde luego, no inmediatamente como vemos en muchas obras de ficción.
Luego, sí nos remontamos a otras ramas, incluso quedándonos dentro de la física, estaría totalmente perdido. Lo que para los inquilinos del piso de abajo en la facultad era el pan de cada día, para mi no es menos inteligible que para la señora que barría el suelo cada mañana. Buenísima, a lo mejor igual igual no. Cuando me lo explican, entiendo el concepto por encima, y evoco lejanos recuerdos de la carrera. A nivel de divulgación, o quizá un poco más.
Otro estereotipo que se suele asociar con los científicos es la carencia de habilidades sociales. Y no niego que no haya algunos así. Pero en el mismo porcentaje que en cualquier ámbito de la vida.
De hecho, hay cierta gente que asume que la dedicación a un tema lleva consigo la marginación. Más de una vez, en el Foro de Física alumnos de bachiller asustados publican mensajes del mismo «me gusta mucho la ciencia pero tengo miedo que al estudiarla pierda el mundo de Vista y me convierta en un marginado. ¿Me ocurrirá?»
Pues hombre, sí ahora no eres un marginado, la ciencia no va a cambiar quién eres, sólo te dará conocimiento. Y como cualquier cosa que uno aprende, siempre te ayudará a ver la existencia de otra forma. Pero, por mi experiencia propia y la de muchos conocidos, el conocimiento más bien enriquece la vida, en vez de convertirla en algo insulso.
Sobre este punto, creo que la comedia de situación de moda no ha ayudado mucho. Os aseguro que no he conocido jamás un físico teórico que se parezca a Sheldon Cooper… En la cafetería de la facultad a la hora de desayunar se desarrollan las mismas conversaciones que en cualquier otra mesa de bar. Fútbol, fórmula 1, la decepción por el fiasco del último capítulo de la serie de moda, etc.
Muy a propósito dejo para el final el tema del aspecto exterior. Sí, Einstein iba despeinado y (cuando se hizo mayor) tenía el pelo blanco. Y a Zemeckis le pareció buena idea que Christopher Lloyd imitara ese look. Incluso se identifican con esa imagen personajes como Punset, que (mal que le pese) no tienen nada que ver con la ciencia real.
Pero os puedo asegurar que los científicos, por lo general, utilizan más o menos los mismos ropajes que el resto de vecinos. De hecho, la mayoría ni siquiera se ponen una bata ni para salir de la ducha. Y, lo más importante, la mayoría sabe lo que vale un peine.
Fotos | Glen Edelson, Eleanor Ryan, krossbow